Certificado de desertificación

Amatl Xoxoktli

Amatl Xoxoktli
Medio ambiente
Julio 01, 2019 11:00 hrs.
Medio ambiente ›
Martín Josué Dircio Chautla › codice21.com.mx

1,856 vistas

Dicen que Aristóteles dijo que hacemos la guerra para vivir en paz. También dicen que muy pronto las guerras serán por agua. Hasta ahora las guerras regularmente son por tener el poder basado en el control del territorio y los recursos naturales que contienen, renovables o no. Donde la verdadera aspiración es el suelo cuya importancia radica en sus nutrientes y su capacidad de producción o lo que contenga un estrato inferior, es decir, en el subsuelo. Ambos estratos son codiciados por su importancia para la industria agropecuaria, minera y combustibles fósiles.
La primera, como base del sedentarismo humano desde hace más de 8 mil años. Criticada en su modo actual con justa razón por la contaminación y daños de sobremanera al suelo con herbicidas, las semillas genéticamente transformadas y uso de grandes cantidades de agua.

Además, de que la producción de monocultivos ha generado la pérdida de nutrientes que provocan esterilización del suelo.

Por su parte, la minería es catalogada como la industria que más contamina los suelos y los cuerpos de agua y la extracción de petróleo ha generado un estilo de vida basado en el plástico y dependencia del automóvil, sin embargo, es necesario una introspección de nuestro consumo. ¿Qué productos compramos? Aunque nos jactemos que no comprar desechables, pedir sin bolsa y sin popote, también debemos analizar si los productos orgánicos que consumimos lo son realmente y las implicaciones de su producción y traslado.

Un ejemplo actual y de cierta gravedad es el aguacate, producto cuya demanda, al igual que otros frutos producidos en masa, han generado afectaciones en los ecosistemas naturales provocando también consecuencias graves para habitantes cercanos como deslaves y derrumbes azolvando calles y dejando pérdidas monetarias altas.
Otro consumo desmedido es el del territorio para construcción de edificios de toda índole, donde no sólo los construidos en zonas irregulares son los que depredan. Habría que analizar si las edificaciones en predios regulares o legales cumplen los estándares populares del cuidado ambiental como dejar un porcentaje para la filtración de agua pluvial, si esta agua es aprovechada y si se practica el reúso de aguas grises. De lo contrario, desde la perspectiva ambiental, están en la misma categoría que las viviendas ’de los pobres’ en zonas irregulares, los cuales, en palabras de Folarodi; son considerados causa y consecuencia de la degradación ambiental. Lo primero porque la falta de capital los lleva a degradar los recursos disponibles; lo segundo porque son obligados a vivir en los lugares más degradados.
También es oportuno replantear el sistema constructivo predominante; el de concreto y acero. Los costes de toda índole que implica la producción de estos materiales donde la demanda de agregados genera afectaciones en muchos ríos, cambiando su curso, generando desbordamientos y acelerando la filtración del agua, dando el primer paso para las sequías.
En el siguiente paso está su utilización donde el diseño de calles está pensado en el automóvil. De ahí que la resistencia de sus materiales deba ser de concreto hidráulico impermeable. Y el diseño del uso de suelo predominante, el de vivienda, se hace a base de concreto y acero en un alto porcentaje.
En el mismo sentido están las autorizaciones de cambio de uso de suelo a conveniencia de unos cuantos, la firma de permisos de lotificación y construcción de fraccionamientos, así como el amplio espacio que ocupan los centros comerciales donde basta con pensar en uno de ellos para visualizar el panorama desértico que generan en la ciudad que en términos urbanísticos nos denota las más intensas islas de calor urbano.
El cambio de uso de suelo también afecta el suelo fértil de muchas ciudades atentando contra la seguridad alimentaria y nutrición de sus habitantes.
Y aunque la normativa ya establece porcentajes de terreno permeable según las dimensiones de los predios, los permisos de construcción se firman sin verificar planos.
Por otro lado, la falta de planes de desarrollo o su incumplimiento, así como la apatía en este tema ha llevado a la sociedad a una incongruencia en la exigencia de sus derechos ambientales y urbanos. Queremos parques y árboles, queremos zonas naturales pero pocas personas estamos dispuestas a destinar un área para este fin y con esto dejar un espacio apto para tener un árbol en casa o cuando menos en la acera.
En este punto podemos enlazar los eslabones de la perdida de suelo y tierra fértil y la casi nula lucha que hacemos contra la desertificación en los asentamientos humanos.
Los permisos de construcción cuyos diseños no contemplan un árbol, un área de recarga de los mantos freáticos, un sistema de aprovechamiento de agua pluvial y suficiente iluminación natural y ventilación no son más que certificados de desertificación.

Actualmente son pocas las ciudades que no sufren por la falta de agua, de suelo fértil y los estragos de cambio climático. Es importante que profesionales de la construcción y del urbanismo, como entendidos en el tema, encabecen esta tarea e instruyan desde los asentamientos irregulares hasta las salas de cabildo.

Es momento de atender el ODS11 y que desde las escuelas se enseñe a diseñar y construir ciudades y comunidades sostenibles.
Si queremos que haya paz debemos prepararnos y no permitir que quede infértil la tierra.

Ver nota completa...

Escríbe al autor

Escribe un comentario directo al autor

Amatl Xoxoktli

Éste sitio web usa cookies con fines publicitarios, si permanece aquí acepta su uso. Puede leer más sobre el uso de cookies en nuestra política de uso de cookies.