En las entrañas de un barrio bravo, inmerso en el primer cuadro de Acapulco, donde la muchedumbre se confunde con el sonido de los vendedores ambulantes y con las múltiples historias que se tejen día con día. Allí, encontramos un edificio memorable, Espinalillo, el cual con sus más de 50 años de vida nos recuerda la grandeza de uno de los inmuebles más emblemáticos en la historia del puerto.
Pareciera que las paredes hablaran en el edificio Espinalillo. A la entrada del inmueble, una imagen llama la atención a los visitantes. Es Armando Rodríguez, zapatero de oficio con más de 20 años de habitar el sitio, quien al son de su martilo y mientras aprieta una zapatilla con su mano derecha, cuenta que cientos de historias se entrelazan entre los cinco niveles con que cuenta la construcción, además de la huella que dejara la época de oro del Acapulco de ayer.
"Yo llegué aquí por mi suegro. Él una vez se enfermó y me pidió que cuidara de su negocio en el edificio Espinalillo. Así que llegué y aprendí el oficio y aquí he permanecido en las más duras circunstancias", acotó.
Armando Rodríguez señaló que por su pequeño local paga 500 pesos al mes, pero que en el inmueble, existen más de 507 oficinas que ofrecen todos los servicios y productos, desde despachos de contadores, abogados, consultorios médicos, rayos x, dentistas, además de varios condóminos, quienes encontraron en el edificio emblemático, su mejor lugar para vivir.
ESPINALILLO, SE ALZA EN 1960
Al escudriñar por los pasillos del edificio, arribamos a la oficina del administrador, Leonel Ortiz Berdeja, quien con los ojos iluminados y con una sonrisa que sonrojaba sus pómulos al escuchar las preguntas, narró que Espinalillo, fue construido por el arquitecto Jaime Engler, en 1960, uno de los más avanzados de la época.
El arquitecto de profesión, titulado por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), cuenta una interesante anécdota. El encargado de la obra, Jaime Engler, reunió a sus mejores cinco compañeros de la universidad, con quienes implementó técnicas nunca antes utilizadas, como su sistema de ventilación, el cual consta de rejillas en su fachada, que permiten que el aire entre y salga de manera cruzada, por lo que es uno de los inmuebles más frescos en el caluroso Acapulco.
Otro detalle interesante dijo, es su cimentación, ya que la zona era pantanosa, por lo que construyeron una losa de cimentación pesada, tipo balsa, lo que causa que flote, por lo que cuando pasa un vehículo pesado, el edificio se mueve, pero no se cae.
Leonel Ortiz comentó que su historia en el lugar data de 1977, cuando un incendio arrasó con la planta baja del edificio, pero que el calor fue tan grande, que los recubrimientos de todos los muros se humearon y las varillas quedaron expuestas, por lo que participó en la etapa de reconstrucción hasta 1981, cuando el inmueble se constituyó con el régimen de condominio.
"Antes del siniestro, el edificio estaba en un régimen de copropiedad, pero en 1981 cambió a condominio, por lo que desde entonces, 36 condóminos habitamos el sitio, el cual cuidamos por ser parte de la historia y del corazón de muchos acapulqueños", señaló.
Indicó que uno de los problemas más añejos que enfrentan, son el deterioro de las instalaciones hidráulicas y sanitarias, además de la filtración del agua en tiempo de lluvias, no obstante, mencionó que desde la administración municipal de Manuel Añorve Baños como alcalde de Acapulco, el conflicto mayor que sufren, es el escándalo de los vendedores ambulantes, quienes todos los días del año ofrecen sus mercancías en las cercanías del edificio.
"La verdad que ya hemos metido escritos al Ayuntamiento de Acapulco para retirar a los ambulantes, sin embargo, nos contestan que todo mundo tiene derecho a trabajar, pero también les decimos, que todos tenemos derecho a descansar pacíficamente en su vivienda", culminó.
Leonel Ortiz manifestó que la historia del edificio Espinalillo es única y que por ser uno de los inmuebles más emblemáticos de Acapulco, representa el esplendor de los años de gloria de uno de los puertos más fascinantes del mundo, el cual vive de las remembranzas de un apogeo que se niega a morir.