Hoy se cumplen dos años de uno de los peores sismos registrados en el país, aquel que sacudió a millones de familias, un temblor inoportuno que parecía interminable, y que en menos de un minuto el crujido de las paredes se apoderaba de todo y de todos.
La capital parecía haberse detenido, con decenas de columnas humeantes que aparecían como señal de auxilio, eran aquellos edificios que se habían desplumado y que hacían a una ciudad enloquecida ante lo ocurrido.
Fue a las 13:14hrs, con una magnitud de 7.1 y epicentro a 12 km al sur de Axochiapan, en el límite entre Puebla y Morelos, dejando 369 personas muertas; 228 en la Ciudad de México, 74 en Morelos, 45 en Puebla, 15 en Estado de México, 6 en Guerrero y 1 en el estado de Oaxaca; mientras que el total en daños materiales fueron 200 mil viviendas dañadas, 19,198 escuelas con afectaciones, 297 Centros de Salud y hospitales afectados y 2340 edificios históricos dañados.
La tarde agonizaba pero no el deseo de escribir una pagina en la historia del México grande, donde se demostró al unir diferentes manos para quitar el desastre, porque eso es lo que mejor se hace en México, porque ahí debajo de las piedras, si había uno no importaba en lo que pensara o creyera, había que salvarlo.
A dos años de lo ocurrido el país demostró que es un México que no se rinde, un México voluntario que da sin calcular, un México que no se cansa y que nada le da miedo y que sigue siendo un país más grande que cualquier terremoto.