¿Por qué si los burros son los mismos?


El respeto es lo primero

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 ¿Por qué si los burros son los mismos?
Cultura
Agosto 16, 2015 03:10 hrs.
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Araceli Ordoñez Cordero › diarioalmomento.com

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Saltábamos de milpa en milpa, como grillos al recibir las líneas de sol en sus espaldas, como esas madres rosando la piel de sus críos, como el balido de las ovejas bañando al pueblo…

Los pies no medían lugar alguno para pisar, entre pequeñas charcas de lodo quedaban grabados los saltos que mostraban tu edad, entre resbaladizo barro las botas de aquellos que limpiando el tizne del cielo buscaban una vereda que los llevase a un pedazo de pan… Ringleras de jaras y magueyes, por donde pasaban los burros con la carga sobre sus cruces, ese atado del destino con que nace cada estrella que es derribada y bautizada con esperanzas, con una sonrisa de la madrugada que espanta a las sombras, los buenos días, se escuchaban por doquier, el beso de niños a la mano de los que pudieran ser sus tíos; no es que lo fuesen pero el respeto es primero, dejar de lado el sombrero frente a vuecencia.
─Buenos días tenga usted doña Clementa
─Buenas, tío Genaro… ¿Ya jala usted pal monte?
─Sí, hoy las lluvias nos cortan el trabajo y estas yeguas testarudas como mi nuera que sepa usted que esta de encargo; le decimos que se cuide, no sea que el niño agarre un aire, pero es tan terca y lo pior que mijo no la pone en cintura
─No se preocupes tío, encomiéndesela al señor que todo lo mira y verá como se compone, no hay necesidad de golpes…Anda tu niño acércate, no te quedes allí nomas viendo, saluda al tío Genaro…

─Con su permiso y buenos días tengan ustedes voy a pasar con mi burro, al rato nos miramos por aquí…
─Pásale Juan, namas tenga cuidado por la tarde, ya sabe que los críos andan jugando aquí ajuera, no los vaya a testerear el burro…
Solo eso se necesitaba para andar por los caminos que hilaban una milpa con otra, nada de leyes de tránsito, solo la buena voluntad como vecinos e hijos de Dios.
Las tardes bajaban del cerro pintando todo al compas de las campanas de la iglesia, que llamaba a los feligreses a celebrar la santa misa… Los patios se llenaban de burros y caballos o cargadores de leña que con el manto rojizo se disponían a sus hogares, murmullos de bendiciones y charlas de minutos que los niños aprovechaban para jugar, las comadres para enterarse de lo acontecido durante la noche, que dejaba muchas sorpresas de los compadres, que si lo vieron por la ladera con tal o cual, que si son puras habladurías de la mitoteras que claro, no era ni una, ni la otra, sino aquella que no estaba presente..
Hoy todo ha cambiado, si quieres viajar en el suburbano, pasas la tarjeta a la entrada y de nuevo al salir, no sea que les cambien el burro, seguramente se saltan las trancas como esos chivos cerreros…
¡Ah! Qué tiempos aquellos donde el pueblo te recibía con su olor a nixtamal, con su aroma de atolillo en pulla, con las risas de sus niños a grito de sus madres, madres, hoy, todo eso vale madres…

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