Se fue doña Bonifacia, la de Jalos


Uno de los grandes relatos de la saga de los cristeros

| | Desde diarioalmomento.com
Se fue doña Bonifacia, la de Jalos
Religión
Junio 28, 2015 12:32 hrs.
Religión ›
Manuel Ángel Venegas Gómez › diarioalmomento.com

3,526 vistas

A fines del mes de mayo, en Guadalajara, lejos de su querido Jalos, rindió cuentas al Creador, mi tía, mujer que me arropó cuando niño; me impulsó de joven y “ya de grande”, como se estila decir por acá, no sólo me aconsejó sino me apoyó cuando se lo solicité, siempre estuvo allí, al pendiente de lo que le necesitaba su compadre --bautizó a mi hija Martha Patricia--, y es de allí mi origen materno.
Nacida en 1922, muy pequeña le tocó vivir, los horrores de la guerra en carne propia, ya que como es costumbre en la región, no sólo en Jalostotitlán, todas las familias son católicas, apostólica y romanas --faltaba más--, aunque no conocieran en dónde estaba Roma, pero ellos “lo eran porque así lo habían dicho en la doctrina, y si el padre lo dice, así tiene que ser y ni quien se lo discuta”. Ella fue la pequeña de la familia Gómez-Gutiérrez; su padre don Antonio Gómez y su madre doña Inocencia Gutiérrez, oriundos de Cañadas, municipio de Jalos, pueblo situado a 135 kilómetros al noreste de Guadalajara, enclavado en la zona de los Altos de Jalisco, de lo que ellas se ufanaba cada vez que llegaban las fiestas patronales cada 15 de agosto y nunca faltaron en la procesión del “Hijo ausente”, las dos, mis dos madres: doña Toña y doña Boni, como yo les decía cariñosamente.
Sus hermanos fueron Herculano --de quien hablo en esta nota--, Jenaro, Antonia (mi madre) y ella. Y como me lo platicó, les cuento a ustedes una parte de la entrevista que le realicé hace ya unos tres lustros, cuando aún se acostumbraba a contar las anécdotas o historias de familia alrededor de la mesa del comedor o, en su defecto, en la sala de la casa como fue el caso.
Este relato lo consideró el diario EL INFORMADOR, de Guadalajara, como uno de los mejores relatos cristeros publicados en Mi Pueblo, y colocan a doña Boni como ejemplo vivo de ese capítulo sangriento en la historia de Jalisco:
Publica, “este libro como pieza editorial que se suma a la conmemoración que hemos emprendido como tributo a lectores y anunciantes de El Informador en su 90 aniversario, pretende aportar una visión, una vez más, de lo que han sido estas nueve décadas de vida de la ciudad, en algunos de sus hitos, en un pequeño recuento de hechos significativos que han marcado rumbo y de los cuales nuestro diario ha sido testigo privilegiado”.
En años más recientes, 1993, la Secretaría de Cultura del Gobierno de Jalisco publica una “Antología del Cuento Cristero”, con prólogo de Jean Meyer y Juan José Doñán; engloba una docena de escritores nuestros, con nombres tan esclarecidos como el Dr. Atl, Rubín, Rulfo, Revueltas, todos los cuales iluminan con la fuerza de la brevedad y la intensidad de ese género, aquel capítulo estremecedor de la historia de Jalisco.
“Como ejemplo de la literatura cristera que nace del pueblo, se siente y se dice al estilo del pueblo, lleva el temblor y la amargura con que se vivieron aquellos hechos, se concluye esta somera visión del tema, con una estampa original que desde Jalostotitlán narra la señora doña Bonifacia Gómez. Está tomada de la formidable colección de relatos cristeros publicados en Mi Pueblo, que ahora su director, Luis de la Torre, recopila y pone ya en proceso de impresión.

LOS SOLDADOS SE SENTÍAN DUEÑOS DEL PUEBLO

“Pasada la guerra cristera, en el pueblo de Jalos, como en otras poblaciones de Los Altos, estaba una guarnición acantonada en el puente a la entrada del pueblo. Los soldados se sentían dueños de la población y a los que sabían que habían tomado las armas como cristeros, los trataban con la punta del pie.
“Así le pasó a mi hermano Herculano. Estaba él en los portales vendiendo camote enmielado, cuando salieron de la cantina unos soldados eufóricos, acompañados de algunos paisanos. Uno de éstos al pasar junto a Herculano, le dijo al oído al oficial:
--Ese que vende camote es de los malditos cristeros, mi capitán.
El capitancito aquel, como si le hubiera picado una avispa, sacó su pistola y encañonándola a Herculano y jalándolo por los cabellos, le grito:
--Ahora mismo te va a llevar la chingada, cristerito, jijo de la chin....
“Y diciendo y haciendo, se lo llevó a empellones, por delante. Iban rumbo al río cuando se encontraron a Chon Soto, primo de Herculano, quien, al darse cuenta de la situación, se dirigió indignado al capitán:
--¿A dónde lleva a ese pacífico, capitán?
--Eso le importa a usted pura madre.
“Entonces Chon Soto sacó su pistola y apuntándole al capitán le dijo:
--Qué macho es con los indefensos... ¿No ve que no trái arma? A ver, hágame a mí lo mismo. ¡Y suéltelo... y si es tan hombrecito véaselas conmigo
Al ver que la cosa iba en serio y que Asunción no se andaba por las ramas, el capitán soltó a Herculano y lo dejó ir. Chon Soto le dijo a mi hermano:
--Ándale, Herculano, ve con Dios.
“La gente que había presenciado el hecho, cubrió a Herculano, y se lo llevó a unos jacales, donde lo dejaron con una familia para que lo cuidaran. Iba temblando. Cuando llegó al ranchó iba pálido, como la cera, y es que la muina y el susto no habían sido para menos.
“Entonces le contó a mi mamá que se iba otra vez a la bola. De que me maten guerreando a que me maten como perro prefiero morir guerreando. Y mi hermano agarró de nuevo la carabina...”
Este es una parte del relato de “Doña Bonifacia, la de Jalos”, publicado en Mi Pueblo.

Ver nota completa...

Se fue doña Bonifacia, la de Jalos

Éste sitio web usa cookies con fines publicitarios, si permanece aquí acepta su uso. Puede leer más sobre el uso de cookies en nuestra política de uso de cookies.