Ayer fue arte. Hoy es miseria, mugre y postitución.
Antes, la intelectualidad la escogió como suya; pláticas de café. Lugar de yardas, tarros y cervezas de todo tipo. Brindis con medida, pero de cada barriga.
Refugio de bohemios; los verdaderos, los no jipiosos. Espacio de sueños compartidos en la música, el arte y la literatura.
Las Marías trilíngües con la venta de sus muñequitas de trapo.
Abrazos y besos de niños popis, consentidos buenos para nada.
Pasarela de la moda. Faldas cortas, pantalones guangos. Mentes abirtas a las ideas y a la diversión.
Discreta prostitución que deambulaba entre mesas, sillas, calles; clientes y clientas. Homosexualidad en la penumbra, disfrazada, avergonzada.
Limpia zona de color pastel. Consentida, hermosa. Vestida siempre con sus mejores galas para el turista, el paseante o los curiosos en busca de aventuras extremas. Diversión verdadera.
Sus tiendas y sus cines, convertidos en una tradición que aún no se olvida. Sus sex-store con las novedades; tamaños, grosores, cremas y ropa, atractivo de ellos y ellas... Sus películas pornograficas para las parejas o solitarios más lazados o atrevidas.
Restaurantes famosos que hicieron famosa a Zona Rosa.
Viene el degenere y el rosa se convierte en rojo.
La mendicidad, los robos y la vagancia sientan sus reales.
Hoy, Zona Rosa simplemente es una pecadora.