Es tu cuerpo de mística pureza
como un trozo de tu alma, perfumada.
Algo tienes de reina en tu belleza
y bastante de diosa en la mirada.
La cascada abundante de tu pelo
que en tus hombros perfectos se dormita,
tiene un brillo distinto, como un cielo
que en matices de plata se infinita.
El poder de esos cielos en ti posa,
ese toque distante de lo humano,
esa magia que vuelve en mariposa,
donde solo existía algún gusano.
Tú trasformas al mundo y maravillas
al celaje, a las aves y a la roca,
das la vida a las flores amarillas,
si tu mano de sándalo las toca.
Al mirarte, tú inspiras la poesía
y si un Ángel te llama, no te asombre.
Que es mirar las estrellas en el día
y es llamar a la Gloria por tu nombre.