EDUCACIÓN AMBIENTAL. TENEMOS QUE INVERTIR LA ECUACIÓN

Amatl Xoxoktli

Amatl Xoxoktli
Medio ambiente
Febrero 03, 2020 10:10 hrs.
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Martín Josué Dircio Chautla › codice21.com.mx

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El pasado domingo 26 de enero hubo varios eventos por motivo del Día mundial de la educación ambiental. Diversas instituciones educativas, asociaciones civiles y colectivos independientes realizaron pláticas y talleres con una constante en común: la infancia es la población objetivo.

Y no sólo en esa fecha. Regularmente los cursos, talleres y demás actividades educativas se dirigen a la infancia, y está bien. La educación en la infancia da paso a los hábitos de las personas adultas y es este último grupo de edad quien ha causado realmente la emergencia climática y ambiental. Unas más que otras claro. Por lo que sostengo firmemente que la educación ambiental debe dirigirse mayoritariamente a las personas adultas, incluso a partir de la adolescencia.

Por supuesto que las niñas y niños deben recibir esta instrucción, pero ¿quién compra todos los productos desechables? ¿Quién les da el dinero o quién les encarga de la tienda los productos que terminan en basureros o en la propia calle? ¿Quién prende y conduce el coche o la moto a todos lados, sin importar cuan cerca esté el lugar? ¿Quién mandó construir esa casa sin ventilación e iluminación natural que ahora provoca que se gaste más energía eléctrica? ¿Quién lava y tira toda el agua gris en vez de re usarla? ¿Quién sella de concreto todas las calles provocando islas de calor urbana y además corta los árboles para que quepan dos carriles para los coches?¿Quién coloca más y más estacionamientos para motocicletas en vez de aparcamientos seguros para bicicletas?

En este punto es preciso hacer hincapié en la educación ambiental a funcionarios públicos, sobre todo a quienes gestionan las ciudades. Me refiero específicamente a las secretarías de obras públicas, desarrollo urbano y ecología y medio ambiente. En una región donde alrededor del 70% de la población viven en ciudades se debe tener la información más actualizada y todas las herramientas para el cuidado ambiental, sin embargo, prácticamente ningún proyecto de construcción pública realiza las manifestaciones de impacto ambiental (MIA) y en muchos municipios las direcciones de ecología están de adorno, sólo se sabe de ellas en temporada de lluvia para repartir árboles que por cierto son sembrados sin el seguimiento adecuado para un crecimiento exitoso.

Y soy testigo de que cuando quieren aplicar un simple reglamento de no consumir productos desechables en oficina hacen oídos sordos.
Por otro lado, la academia en general, que realiza innumerables congresos sobre cuidado ambiental al año, per con esto crean una especie de burbuja de conocimiento, intercambiando tesis e ideas mayoritariamente entre la población preparada en universidades que muchas veces ya conocen la información expuesta. Se genera un conglomerado de conocimiento que ya no pisa tierra. Por si la falta de aplicabilidad fuera poca, los trabajos de investigación se exponen en lugares lejanos, ante personas que veremos tal vez una vez en la vida, pero ¿esa innovadora investigación o práctica ambiental es conocida en nuestra localidad, nuestra calle o nuestra casa, siquiera? Se tienen la semilla, pero ya no se siembra.
Los proyectos de investigación, tesis, libros y las prácticas ambientales de vanguardia deberían llevarse a las colonias, a los barrios y centros de trabajo en general de cualquier industria o gremio y exponer esos trabajos a las personas adultas, puesto que somos ese grupo poblacional quien decide el estilo de vida que se lleva en casa ahora mismo.

La infancia no toma las decisiones de su estilo de vida, no son responsables y, sin embargo, todo el peso de la regeneración ambiental recae en sus hombros, mientras las personas adultas -que ya disfrutaron jugar trepando árboles, cortando flores que crecían antes de la pavimentación o podían apreciar luciérnagas o mariposas- prácticamente se lavan las manos.

No importa cuánto enseñemos a la infancia sobre estos temas si en casa, quien decide qué comprar o cómo usar los recursos naturales no vive acorde a las necesidades que demanda la emergencia ambiental. Reflexionando, de esta fecha a que nuestros retoños puedan tomar las decisiones sobre el estilo de vida que quieren llevar será muy tarde, no habrá qué rescatar. A la infancia debemos impartir la educación ambiental de manera divertida, sin espantarlos por los problemas que provocados por la generación que les precede, en esta etapa deben jugar sin preocupaciones, ser felices.
Como se ha planteado, y que es bastante lógico, las personas adultas dirigen este mundo, entonces, ¿por qué la educación ambiental se dirige casi siempre a la infancia? si se esperan resultados -relativamente- inmediatos se debe invertir la ecuación, es más urgente la re educación adulta en este y todos los temas.

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