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La joya de la corona: La vivienda

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Medio ambiente
Marzo 27, 2020 13:37 hrs.
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Martín Josué Dircio Chautla › codice21.com.mx

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Desde siempre en la historia de la humanidad y de toda especie del reino animal, la necesidad primordial paralela al alimento es el refugio. En la pirámide de Maslow se encuentra en el segundo estrato de importancia, sólo después de las necesidades fisiológicas, donde la caracterización de las necesidades humanas se clasifica de esta manera: necesidades básicas o fisiológicas, necesidades de seguridad, necesidades sociales, necesidades de estima o reconocimiento y necesidades de autorrealización.

El refugio, situado en las necesidades de seguridad, es básicamente una casa: una vivienda. Con la evolución de la vivienda por las actualizaciones tecnológicas hoy se puede tener todo lo necesario en una casa para subsistir cierto tiempo, sin olvidar, claro, que esta subsistencia se basa en el almacenamiento o constante suministro de insumos del exterior como la energía eléctrica, el gas, el agua y todos los alimentos. Sin embargo, las desigualdades sociales y la falta de proyección a futuro para cubrir las necesidades fundamentales en una vivienda ocasionan que la mayoría de las casas no tengan las condiciones necesarias ante la situación mundial actual; la pandemia ocasionada por el Corona Virus.

En muchos países se ha recomendado el aislamiento en casa; la cuarentena. Eso implica no asistir a la escuela ni al trabajo, lo que ha agitado emociones por la falta de condiciones laborales para mantenerse sin trabajar, pero aquí abordaremos únicamente la problemática que puede ocasionar quedarse en casa por semanas sin las condiciones adecuadas.

La necesidad de cuarentena no podría llegar en peor momento, al menos en México. Aunque ha entrado la primavera comienza la época más calurosa del año y de escasez de agua, sumando a esto que faltan dos meses para iniciar el temporal de lluvias, aunque a causa del cambio climático podría retrasarse hasta junio o julio.

Por lo tanto, estar dentro de una casa todos los días y con toda la familia será causa de bochornos, estrés y/o ansiedad.

Aunque la mayoría continuará asistiendo a su trabajo debido a que ’va al día’, en una situación apocalíptica donde salir sea casi sentencia de muerte, quedarse en casa no cambiaría mucho dicha sentencia. Viviendas populares de lámina o casas de interés social son un horno. Estar todo el día en casa implica necesidad de entretenimiento y en esta época de internet, la smart tv, computadoras, tabletas, teléfonos y demás electrónicos estarán activos cuando menos 18 horas diarias.

En casas sin ventilación e iluminación natural será necesario el uso de lámparas, ventiladores o aire acondicionado. Las emisiones de CO2 harán eco en la atmósfera y provocará aumento de temperatura en el entorno inmediato.

El consumo de alimentos envasados provocará una marea de residuos y las familias no acostumbradas su separación tendrán posiblemente plagas de animales hurgando en sus contenedores.

Más tiempo en casa requerirá de más uso del baño y aseo de trastes. Esto aumentará el uso de agua limpia y desecho de aguas grises o negras, directo a nuestros ríos y barrancas que, con la ola de calor avecindada, inundará el aire y afectará en mayor medida a quienes viven en las cercanías de los destinos de drenajes urbanos.

En ese hipotético escenario donde fuera imposible salir, moriríamos en el encierro. ¿Pero hay una forma de contrarrestar los efectos negativos de la vivienda popular de los millones de pobres en este país y sus análogos en el mundo? Tal vez.

Un par de árboles contiguos a la vivienda darían la sombra para reducir la temperatura interior. Si son frutales habría alimento e incluso podría servir como elemento recreativo. En un área destinada a vegetación se podría depositar residuos orgánicos y las envolturas de alimentos podrían ir a los ecoladrillos. La orientación adecuada de la vivienda ayudaría a reducir la exposición a radiación solar y la ventilación cruzada ayudaría a mejorar la temperatura interna.

Un huerto de traspatio o en azotea ayudaría a cultivar algunas verduras para abastecerse un tiempo que podría ser regado con agua pluvial en el caso de tener un sistema de captación y el reúso de aguas grises contribuiría a reducir el uso de agua potable y prolongar su disponibilidad.
Probablemente lo más difícil sería el tema del drenaje, pero un baño seco ayudaría también a reducir el uso de agua limpia.

Como vemos, sin una vivienda con estas características, salir sería igual de grave que quedarse en casa. ¿Qué tanta soberanía tenemos en nuestras viviendas? ¿Si no hubiera recolección de desechos municipales cómo tendríamos nuestras casas?
Las políticas y reglamentos de desarrollo urbano están rebasados.

La forma en que construimos nuestras ciudades nos deja en una desventaja total ante contingencias como la actual. Muchas cosas están legisladas para un desarrollo urbano real pero la ambición de metros cuadrados construidos sella con concreto nuestra visión de futuro y quienes firman los permisos prefieren dinero en sus bolsas que oxígeno en sus pulmones. La falta de vivienda propia y adecuada es el mayor virus para el desarrollo humano.

En México el artículo cuarto constitucional dice que tenemos derecho a una vivienda digna y decorosa. Dónde está el decoro en los más de 20 años para pagar una (si es que tenemos acceso a un crédito) o si nuestra casa está al lado de una barranca donde desemboca el drenaje o se usa como basurero.

Como vemos, la vivienda es tan importante como los medicamentos en cuestiones de salud de todo tipo. Espero que en la próxima reunión del G20 consideren hablar de este tema y procurar vivienda realmente digna para todas las personas en el mundo.

Ergo, ¿tener una vivienda asegura bienestar en esta contingencia? El consumismo por los electrónicos y demás bienes materiales que no son de primera necesidad nos alejan de conseguir la verdadera joya a la que pueden acceder las personas: una vivienda con las condiciones óptimas para disfrutar el tiempo en familia que queramos, o en este caso, que necesitamos.

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