Día del padre

Aquí, pensando en voz alta

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Sociales
Junio 21, 2020 10:41 hrs.
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Ana María Ponce › codice21.com.mx

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Hoy es el día del padre. Les felicitamos porque también son nuestros dadores de vida. No nos llevan en el vientre, pero sin ellos simplemente no hubiéramos sido concebidos.

Con esta pandemia no podemos agasajarlos, y a lo mejor ni siquiera visitarlos; pero es menester que el día no pase desapercibido. Podemos llamarles por teléfono, conectarnos en videoconferencia o enviarles un cálido mensaje de texto, que los haga sentirse amados; y, si por fortuna están habitando con nosotros, pues hacerles un buen festejo familiar.

He de decir que crecí creyendo que todos los padres eran tan maravillosos como el mío, guapo, gentil, amable. Luego empecé a escuchar que los padres son desobligados, mujeriegos y golpeadores. Si alguna persona puede tener los peores atributos es un hombre que ha tenido hijos y los ha abandonado.

Mi padre nos llevaba de viaje. Al mar casi cada ocho días. No importaba si había norte en Veracruz, el sábado ya estábamos arriba del auto y enfilados hacia la playa. Le gustaba sacarse muchas fotografías. También nos llevaba a Acapulco. Mis recuerdos de las playas y de sus habitantes son realmente entrañables.

Entre semana nos llevaba a nadar al Balneario San Lorenzo. Sí, las mejores aguas minerales son las de Tehuacán. El balneario lo abrían al público a las seis de la mañana; pero a él y a sus hijitos e hijitas nos dejaban pasar a las cinco. Nos sentaba en la orilla de la alberca mientras él la recorría de un lado a otro con nosotros de espectadores.

Después nos tomaba a cada uno; en ese entonces éramos cinco hijos. Años más tarde nacerían otras dos hermanitas. Nos llevaba cuidando de un lado al otro de la alberca para que aprendiéramos a nadar. Luego regresábamos a la casa, para desayunar. Mi mamá ya tenía el desayuno preparado y listo.

Después de desayunar nos llevaba a la radio, al programa infantil ’Comandos Peñafiel Madrugadores’ ahí dábamos rienda suelta a nuestras dotes artísticas. A veces cantábamos una canción o declamábamos; siempre nos echaba porras y nos decía que lo habíamos hecho muy bien. Mi mamá nos hacía unos vestidos brillantes que nos poníamos de lunes a viernes. Aunque no los veía el radioescucha, nosotras íbamos bien artistas.

Nunca tuve ausencia paterna. Terminando el programa nos cambiábamos y poníamos el uniforme de la escuela y nos llevaba a clases. A la hora de la salida ya estaba por nosotros. Siempre estuvo presente; asistía a los festivales y a las juntas de padres de familia. Se daba el tiempo necesario para apoyarnos.

Recuerdo el día que me fue a dejar a la capital para estudiar Derecho. Sus palabras fueron ’ya te cuidé, ahora te toca cuidarte a ti. Si por alguna razón algo no sale bien, recuerda que puedes contar conmigo. Seré tu primer y único amigo sincero, que te aconsejará a tomar las mejores decisiones para ti’. Eso fue todo.

Ya con la responsabilidad de mi persona, depositada en mí, fue fácil mi autocuidado. Debía seguir velando por mi cuerpo y mi mente.

Pasaron los años y las noticias de malos padres siguieron apareciendo en mi vida, por haber abrazado la profesión de abogada y por ser orientadora de víctimas de delito. Sin embargo, es grato reconocer que hay buenos y excelentes padres como el mío; que están pendientes de sus hijas e hijos; hombres responsables. Por ello es por lo que, este día, dedico esta columna a los padres, a los que nos engendraron y a los que nos cuidaron. Todos merecen una felicitación en este, su día. ¡Hicieron posible que estemos aquí!

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