** Héctor Astudillo y Evodio Velázquez

ASUNTO

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Seguridad
Septiembre 28, 2015 20:26 hrs.
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uan López › codice21.com.mx

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Como si se tratara de una nueva estación del año, los encuentros políticos en estos días se multiplican. Asisten las fuerzas vivas, la sociedad civil se apresta a una nueva generación de gobernantes tanto en los municipios como en el Estado. Hay Buenos indicios de que advienen tiempos mejores. Tanto Héctor Astudillo Flores como Evodio Velásquez Aguirre son personajes públicos limpios en sus anteriores actividades políticas y no tienen por qué desmerecer en este aspecto en sus futuras actividades inmediatas.

Guerrero es paradigma de una guerra que poco se aborda en la temática social. La prohibición de la droga ha contribuido al gran desorden del que hoy somos testigos pasivos sin participación, tal vez por miedo a afrontar los peores riesgos donde la conclusión es la muerte de los metiches. En un silencio oprobioso contemplamos el reguero de cadáveres con que se salpican nuestras ciudades. Es una práctica habitual que nos sumerge en un pantano de temor. El terror es ya una epidemia social. Somos muchos quienes ni siquiera nos atrevemos a incluir en la conversación el tema del narcotráfico. Cuando es esa la llaga precisa de tal purulencia sorda, lenta, rancia, que nos tiene sumergidos en su inescrupuloso festín.

Quienes acuden al tropel del besamanos y ofrecen su solidaridad al régimen, deben de saber primariamente que por esta ocasión ningún ciudadano puede sólo con saliva alardear de que está dispuesto al sacrificio por el pueblo. Las adhesiones tienen que ser auténticas, fuertes, emancipadoras y valientes. No hay lugar para la duda o la indiferencia, para la impotencia ni la futilidad. Guerrero requiere de hombres integrales que, como los árboles virtuosos den sombra, flores, fruta, leña. Que no sean como la zarza que nomás produce abrojos o la higuera que nunca tiene frutos.

Así, el funcionario público que en estos momentos necesitamos en Guerrero debe cumplir requisitos de crisis y de emergencia. De voluntad sólida, cabeza fría, corazón caliente, inteligencia despierta y lo primordial: conciencia de que estamos viviendo al borde del precipicio y, que desde el filo de la navaja debemos retroceder para tomar mayor impulso y derrotar a los fantasmas de los antivalores, para volver a nuestros tiempos en los que se podía pasear por las alamedas a cualquier hora del día.

La penumbra no debe ser nuestro distintivo ni las aves de rapiña que pueblan la noche pueden tener una segunda oportunidad para repetir sus maldades. La mala suerte que lleva a la malevolencia y perversidad a muchos de nuestros mejores jóvenes, recluta de los excluidos a toda esa carne de cañón que termina en las calles despedazada. Los excluidos son los pobres que no tienen ninguna participación en la sociedad, en la economía, en el desarrollo, en el trabajo, en la vida y que sólo enumeran las cifras de la morgue que cada vez aglomera mayor número de víctimas.

Roguemos a Dios -a quién más?-, que Héctor y Evodio remolquen con tino la barca del destino de su pueblo y que lo sepan también: ya no queda tiempo para nuevas oportunidades. Son ustedes del pueblo de Guerrero, su última esperanza.

PD: Ningún pájaro canta en árbol que no da frutos: Dostoiesvki.

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