Ofrece el mandatario electo de Guerrero un diálogo sensible y sincero para la opinión pública
Juan López
Buen enfoque periodístico en la entrevista de Lucila Peláez Clavel y Ricardo Ortega Camberos, al gobernador electo Héctor Astudillo Flores. Amplio, suficiente, esclarecedor el diálogo que ofrecen a la opinión pública. También lo llamaré sincero, porque uno de los ingredientes políticos de la actualidad, es el modo honesto con que se emprendan todas las motivaciones del quehacer público.
Los directivos de El Sol de Acapulco captaron y transmitieron al lector, el síndrome de la profecía: Guerrero no vive su mejor momento, pero tenemos la voluntad política y el compromiso electoral con los guerrerenses de superar las índoles de violencia, inseguridad, caída de la inversión pública y privada que azotan a nuestro desarrollo.
Un gobierno para satisfacer las exigencias de su pueblo necesita de una programación correcta de sus acciones. Utilizar los recursos de que dispone de la manera más óptima para multiplicar efectos, consecuencias y beneficios. Cualquiera puede fracasar y fallar en sus intenciones, como fue la horrible experiencia de Ángel Aguirre y Zeferino Torreblanca. Pero no se trata de rivalizar con pedestres ni con cicateros que hunden sus pezuñas en la ignominia, más bien de iluminar con filosófico aliento las tribulaciones de los guerrerenses.
Aunque los prácticos lo desechen, junto al poder, la filosofía le da rango de imaginación, que es lo mismo que de creatividad. El magín es indispensable para acertar en soluciones a la violencia, al crimen, a la escasez de agua potable, medicinas, comida y todos los flagelos que azotan a los pobres. Antes de ser, la Torre Eiffel fue imaginada. Lo mismo que el Golden Gate y los Molinos de Viento contra los que Don Quijote emprendió batallas cabales. Previa a la acción, primero fue el pensamiento. La filosofía es el arte de solucionar las encrucijadas que el camino político depara. En la entrevista Héctor Astudillo cavila, reflexiona, mide consecuencias, habla con claridad dando la impresión de ser un hombre que piensa en voz alta.
De la política hemos marginado la imaginación y la filosofía, las matemáticas, la música, el folklore y todas aquellas Bellas Artes que tanto enriquecen el espíritu. Convertimos al mitin en una pancarta y al proselitismo en una algarabía. Llegamos a creer que un lema de campaña va a esfumar del pobrerío su pobreza: “Nunca más una nómina sin nosotros”: posdata cafetera de los perredistas.
Y… La Patria Suave, que va por el río como juguete de alfarería… permite que te envuelva en la más honda música de selva / con que me modelaste por entero al golpe cadencioso de las hachas / entre risas y gritos de muchachas y pájaros de oficio carpintero… Patria: tu superficie es el maíz, tus minas el Palacio del Rey de Oros, / y tu cielo, las garzas en desliz y el relámpago verde de los loros… El Niño Dios te escrituró un establo y los veneros de petróleo, el diablo…
Nos hemos olvidado de muchos vértices del pueblo. De su fatiga espiritual al no ver cumplidos sus anhelos. Noble es el hombre de a pie, el campesino abrumado por sus impotencias es solidario, las juventudes del bachillerato son románticas. El ama de casa, adusta. En fin, somos real y titánica porción de esta humanidad doliente. De esta Suave Patria que nos escrituró Ramón López Velarde.
El Estado, como lo concibe Héctor Astudillo es menor estadística y más atención personalizada. Poca aritmética y mejores resultados administrativos. No confundir burocracia ni demagogia con auxilio a las personas adultas ni a los minusválidos.
Servir, es la consigna.
PD: “Por mi Raza hablará el Espíritu”: José Vasconcelos.