Crónica de un animal moribundo


Una crueldad las calandrias en Acapulco

Crónica de un animal moribundo
Ciudad
Marzo 10, 2015 13:01 hrs.
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Andy García Jr. › codice21.com.mx

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A punto de caer la noche, un calandriero preparó con tenacidad a su animal para iniciar la travesía de cada día, uno de sus principales propósitos: llevar el sustento a su familia a costa de lo que sea, aunque en su objetivo, tenga que sacrificar el cansancio y la vida de su caballo.

Con huellas visibles de las pésimas condiciones de cuidado y con los huesos repintados en varias partes de su cuerpo por la evidente desnutrición, el operador, preparado para ofrecer a visitantes y porteños su producto, se enfila hacia la Costera para iniciar su labor cotidiana, que heredó de su padre y que él piensa dejarle a sus hijos.

De repente, un estruendo sacude el vehículo. El equino ya no puede más, sus patas se han doblado, su cuerpo yace sobre el asfalto y respira con dificultad, parece que su última carrera está por llegar. Un cúmulo de gente atestigua la cruel imagen, que duele, que lastima, que indigna, por tratarse de un ser vivo, los sollozos se escuchan con una magnitud que va en ascenso, parece que ya nada se puede hacer, el destino del animal le ha jugado su última parada.

Una joven veteriario con lágrimas en los ojos intenta de una y mil formas darle alguna esperanza de vida al caballo; le revisa las orejas, los ojos, el hocico, la nariz, pero la intención pierde fuerza conforme pasan los minutos, el oxígeno se le acaba. Su último recorrido será hacia la muerte, una muerte que podría haber sido menos amarga y dolorosa.

Una inyección letal fue el único remedio que se encontró a tan cruenta experiencia, donde los presentes maldecían una y mil veces la utilización de animales para los paseos en calandrias, “mejor usaran motos o bicicletas, pero que dejen a los caballos en paz”, externó una adolescente que se enjugaba sus lágrimas con la suavidad de sus manos, pero con una mirada de consternación que cautivaba el ambiente hostil...

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