Una colorada (vale más que cien descoloridas) Desde el emotivo y casi cursi relato de un niño preescolar, afanado en saber cuánto recibe su padre por la hora de trabajo, a fin de ahorrar y comprarle una hora para que le acompañe en la cena familiar, pasando por los diplomados que le entrenan en la reflexión de saber ponerle precio y por ende vender su tiempo profesional, hasta la relatividad esgrimida por Einstein, el tiempo es algo que no siempre valoramos con sabiduría.
Recordar que el valor de un mes es muy claro para la madres de niños prematuros; el de una semana para los editores de revistas, el de un minuto para el usuario que perdió un tren –puntual no como los microbuses mexicanos- el de un segundo para quien evitó un accidente por el motivo que fuera en ese instante y el de una milésima de segundo para el deportista ganador de una medalla olímpica, es apenas la costosa reflexión de un curso gerencial. Medir el tiempo de miles de niños oaxaqueños, cuyas clases han sido suspendidas por motivos políticos o las horas de angustia de Sofi, arrancada de los brazos de su madre mexicana por el padre que vive en Canadá, es tan relativo como el tiempo de millones de niños secuestrados para la esclavitud laboral o sexual. Qué tiempo tiene más importancia, ¿el de la bolsa de Nueva York que demoró el inicio de sus actividades en la semana o el de un niño abandonado por la madre y el padrastro en un patio de casa paupérrima en Ciudad Juárez? ¿Cómo puede cotizarse el tiempo de rehabilitación de infantes -desnutridos o botados en un basurero- rescatados e ingresados a un hospital para su estabilización?
En un mundo donde a todo se le asigna un precio, el socio junior de un despacho de abogados del primer mundo cobra por una hora de consultoría de 200 a 300 dólares. Los obreros[1] de países emergentes, sufren debido a que se les paga por una jornada de ocho horas, lo que en otras latitudes recibirían por una hora. ¿Cuántas horas de convivencia familiar sacrifican los migrantes, que dejan atrás esposa, hijos, padres a cambio de enviarles el producto de un trabajo pagado en promedio a 16 dólares la hora?
Einstein explicó que en términos de la relatividad el tiempo no es absoluto y varía según el marco referencial del observador. Dijo este genial personaje que lo único constante en el universo es la velocidad de la luz en el vacío y todo lo demás, -como el caso del tiempo- varía; poniendo el ejemplo de la pareja que puede pasar una hora besándose en el parque y le parecerán solo 10 minutos, en tanto que si estuvieran sentados o atrapados en el fuego quemándose, el primer minuto les parecería como la hora más larga de su vida.
Muchos siglos antes que Albert Einstein descubriera por medio de la ciencia muchas cosas relativas al tiempo, la humanidad supo que en el cuarto día, Dios puso lumbreras[2] en el firmamento que servirían para separar el día de la noche y contar las estaciones, los días y los años. A los pobladores de Efeso, un discípulo converso les recomendó “aprovechar los tiempos porque los días son malos” y en los días posteriores a su resurrección, Jesucristo respondió a los discípulos que le inquirían acerca de si el reino de Israel sería restaurado en su tiempo, que las razones y los tiempos son potestad del Padre.[3]
El interés del ser humano por conocer el tiempo, va más allá de un poema, su versión musical o las investigaciones científicas de la relatividad. En el año 64 D.de C. un apóstol que vivió en carne propia el peso de la equivocación y el miedo, explicó a los gentiles conversos, que “un día delante del Señor es como mil años, y mil años como un día[4]. El contexto social al cual se enfrentaba aquel pescador, no tenía a la santa muerte, ni al santo de los villanos de apellido Malverde, ni había santeros, ni chamanes que hicieran limpias, ni yoghis que predicaran la irresponsabilidad social mediante el abandono; aunque los falsos maestros negaban la verdad de la redención, difundían dudas acerca de la resurrección de Cristo y sus cualidades como persona. Si por tu edad o por alguna condición de salud, supieras que tu tiempo es corto ¿Cómo utilizarías cada uno de tus días? En uno de los tantos cantos de alabanza que son los Salmos se expresa: Enséñanos Señor a contar nuestros días de tal forma que traigamos al corazón sabiduría -salmo 90:12- y en muchas de las noches bohemias que aun algunos humanos del siglo XXI cantamos se dice “sabia virtud de conocer el tiempo: a tiempo amar y desatarse a tiempo….”
En medio de la guerra de intereses –chinos que bajan el precio del hierro como resultado de la disminución de la demanda, estadounidenses que hacen lo propio con los precios del petróleo para ponerle obstáculos a los rusos- sería un oasis en tal realidad de violencia y confusión el que Usted y Usted, y Usted, valore su tiempo en familia y en comunión con los que ama, como lo más preciado de su vida. Si el día de mañana morimos, nuestra posición en la empresa o el puesto público que ostentamos, será fácilmente remplazado; pero la pérdida será eterna para aquellos que nos aman y peor aun si ellos mueren y no están con Usted –porque alguien los alejó o no tuvo horas para ellos, lamentará el no haberle dado valor a ese tiempo. Es legítimo luchar, para lograr tiempo cerca de los seres que deberían importarle, hay que hacerlo con sabiduría, oportunidad, paciencia y amor.
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[1] Tablaroqueros, colocadores de pisos, carpinteros, plomeros, pintores, jardineros, empacadores, despachadores de comida, lavaplatos etc.
[2] Estrellas, soles cometas etc. Génesis 1:14
[3] Libro de los Hechos: Autor Lucas –el médico amado de Antioquia- capitulo 1:6-7
[4] Segunda carta del apóstol Pedro 3:8