Luego del inicio de las campañas electorales con motivo de las elecciones de junio de 2015, lo candidatos y aspirantes a cargos de elección popular se encuentran con el reto de sacar de la miseria a millones de guerrerenses, quienes por décadas han sufrido en carne propia la desigualdad y la falta de oportunidade, los cuales claman por una sociedad donde todos tengan la posibilidad de una vida digna.
En las siete regiones de Guerrero, incluyendo Acapulco, la falta de oportunidades de empleo y educación son apremiantes, ya que los jóvenes tienen que marcharse “al otro lado” como comúnmente se le dice, para darle a su familia un futuro mejor, lo cual, nadie les garantiza en el territorio guerrerense.
En La Montaña de Guerrero, se pueden obervar familias enteras que se dedican a la ciembra de diversos frutos y hortalizas, las cuales no tienen los recursos para mandar a sus hijos a la escuela, por lo que desde temprana edad ayudan a la economía del hogar y venden desde elotes, tamales, tortillas de frijol, hasta se emplean de peones o caballerangos, que son los pocos trabajos que se ofertan por la zona.
Hasta ahora los candidatos a gobernador siguen con los mismos dicursos de siempre, donde se comprometen a arreglar los problemas de la gente, pero sólo dicen el qué y el por qué, pero nadie, dígase de los 10 partidos que participan en la contienda, el PRD, PRI, PAN, PT, PVEM, Movimiento Ciudadano, Encuentro Social, Humanista, Morena y el Partido de los Pobres, mencionan el cómo y el cuándo harán realidad sus promesas de campaña, por lo que la gente en estos tiempos de graves situaciones en Guerrero, analiza bien los perfiles y al final, elegirá al que les garantice la transformación de la entidad en corto y mediano plazo.
Pero apenas es el inicio de una carrera larga y tenaz que enfrentarán los candidatos de elección popular, dígase a gobernador, diputados federales, locales, presidencias municipales; todos tendrán que enfrentar el reto de una sociedad más informada, a la cual ya no se le engaña con despensas y promesas vanas que jamás cumplen, ya que ahora demostrarán con propuestas firmes, que son la mejor opción para transformar la situación social y económica de Guerrero.
ACAPULCO, DEL ESPLENDOR A LA MISERIA HUMANA
Luego de que Acapulco durante varias décadas fuera el destino por excelencia de los turistas en el mundo, debido a las bellezas de sus playas, la espectacularidad de la bahía de Santa Lucía, la majestuosidad de su principal ícono internacional, La Quebrada, hoy en día se ha convertido en uno de los municipios con mayor pobreza y marginación en el país, donde todos los días miles de familias sobreviven en la miseria, y donde en las colonias populares, crece la incertidumbre de saber si sus hijos tendrán un futuro mejor, ya que la esperanza se ha desvanecido de sus vidas por completo.
Sólo basta recorrer los cinturones de pobreza que rodean a este paradisiaco puerto, para darse cuenta de la desigualdad y la falta de oportunidades provocada por los últimos gobiernos, donde la gente ha dejado de creer en los funcionarios y políticos, de quienes dicen: “Sólo se burlan de nosotros en campañas electorales, donde nos prometen que ahora sí cambiarán las cosas, sin embargo, el tiempo pasa y seguimos en lo mismo, sumidos en la extrema pobreza”.
En colonias como “Emiliano Zapata”, Ciudad Renacimiento, La Sabana, El Quemado, la Unidad Habitacional El Coloso, El Cayaco, Llano Largo, “Simón Bolívar”, Vacacional, Las Casitas, Los Órganos, entre otras, sin contar a las comunidades que se encuentran más alejadas del puerto, como los Bienes Comunales de Cacahuatepec y la ruta del Sol, que comprende lugares vecinos del Kilómetro 30, es común ver a familias sobrevivir con apenas lo mínimo, donde las casas, en la mayoría, son de láminas de cartón y los pisos sin piso firme, algo que no les permite disfrutar de una vida digna.
En ese entramado de historias y de sueños rotos que nunca se han hecho realidad por la falta de políticas públicas y proyectos productivos que verdaderamente beneficien a los más necesitados, y no sólo a recomendados o dirigentes sociales que sólo buscan llenarse los bolsillos a costa del sufrimiento de los demás, una escena atroz surge como un golpe inesperado de sentimientos abruptos que más allá de conmover, molestar, indignar o aborrecer una sociedad en cualquier lugar del orbe, aquí, acostumbrados a los peores acontecimientos habidos y por haber, lo vemos natural y como una situación que pasa a diario, lo que revela la miseria humana y la falta de sensibilidad que se ha perdido con los años y que con el paso del tiempo, se vuelve algo común.
En el Crucero de Cayaco, una pareja camina como todos los días para dirigirse a sus centros de trabajo. Al subir el puente como acostumbran todas las mañanas, una imagen les detiene como si se tratase de un muro inmenso que de la noche a la mañana se colocó frente a ellos; dos niños abrazados el uno al otro, se encuentran en la profundidad de sus sueños; los dos en la más profunda soledad; los dos en la indiferencia de una sociedad que se ha dejado trastocar por la miseria humana.
Sus pies descalzos; sus ropas rasgadas; la inmundicia de sus cuerpos totalmente manchados por la indiferencia y la miseria; esos dos pequeños que son víctimas de funcionarios y políticos que se enriquecen con recursos públicos y que se olvidan de lo que debería ser su principal objetivo, trabajar a favor del pueblo y por mejores condiciones de vida para ellos, reflejan en los que nos hemos convertido todos, en cómplices de una injusticia cada vez más dura, cada vez más descarnada.
La pareja observa con dolor y angustia el sufrimiento de los pequeños, los cuales duermen en seis escalones de un puente en el Crucero de Cayaco; se detienen; en su mente surgen sentimientos de indignación, de molestia, de angustia, de incertidumbre, de darse cuenta de que efectivamente pese a su intención de levantarlos, darles alimento, abrigo, un hogar, cariño, esperanzas de un futuro mejor, todo eso se desvanece al darse cuenta de que están en las mismas, sobreviviendo con apenas lo mínimo para subsistir.
Esta escena de los niños, desgarradora y atroz, cual pareciera una imagen de los países africanos; las comunidades indígenas; las familias en desgracia por la guerra en medio oriente, entre otros países latinoamericanos y de Centro América, desafortunadamente es una realidad de todos los días en la periferia porteña, donde a diario se tejen y entrelazan las historias más impresionantes que superan la ficción y que nos hace reflexionar sobre nuestra verdadera misión en la vida; exigir simplemente a las autoridades que cumplan con su compromiso obligatorio de generar empleos, progreso y las mismas oportunidades para todos, o poner un granito de arena y en lo que sea necesario, ayudar a nuestras hermanos en desgracia, con el fin de que este tipo de imágenes sólo queden en la anécdota y de una vez por todas, Acapulco recupere el esplendor perdido, la esperanza de un destino mejor y más justo.