Propuestas y Soluciones

El acuerdo

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Política
Diciembre 12, 2025 20:25 hrs.
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Jorge Laurel González › codice21.com.mx

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’En política, nada ocurre por accidente. Si sucede, puedes apostar a que así estaba planeado.’
Franklin D. Roosevelt (32º. Presidente de USA) (1882 – 1945).

La política internacional rara vez se mueve por impulsos espontáneos. La mayoría de los acontecimientos que vemos en los titulares responden a negociaciones previas, a presiones invisibles y a cálculos fríos que rara vez se confiesan públicamente. Por eso, cuando Donald Trump insinúa que Ucrania debería replegarse militarmente del Donbás, no podemos tomar esa frase como un desliz casual ni como una ocurrencia del momento. Debemos verla por lo que es: un mensaje envuelto en pragmatismo y dirigido a los actores que verdaderamente importan en la arena global.​​​​​​​​​​La idea —cada vez más comentada entre analistas— de que existe un acuerdo implícito entre Trump y Vladimir Putin no es descabellada. A ambos líderes los une una visión cruda de la geopolítica y una tendencia a entender el poder como negociación directa entre fuertes. En ese contexto, permitir que Rusia consolide su victoria en Ucrania a cambio de que Estados Unidos tenga manos libres para actuar en el hemisferio occidental no solo es posible: es estratégicamente coherente para ambas potencias.​​​​​

La reciente escalada de acciones norteamericanas contra Venezuela es prueba de ello. Estados Unidos ha endurecido su postura de una forma que no veíamos desde los momentos más tensos de la Guerra Fría. La decisión de atacar militarmente barcos petroleros venezolanos marca un punto sin retorno: Washington ya no está dispuesto a tolerar el desafío de Maduro ni a permitir que Venezuela siga fungiendo como plataforma geopolítica para Rusia, Irán y China en la región. Se trata de un reposicionamiento calculado, uno que exige nuevas correlaciones de fuerza.​​​​​​​​Cuando observamos este tablero, el vínculo entre Europa Oriental y América Latina se vuelve más evidente. Lo que ocurre en Ucrania tiene repercusiones directas en el equilibrio del continente americano. Para Estados Unidos, ceder terreno en Europa sería francamente inaceptable si no se obtiene algo a cambio. Trump, con su estilo característico, parece sugerir que ese ’algo’ podría ser el control geopolítico sobre Venezuela. Y en política internacional, la reciprocidad estratégica siempre ha sido la moneda más fuerte.​​​​​México, como país que ha experimentado en carne propia la fuerza de los conflictos globales, debe recordar que las presiones externas pueden derivar en decisiones drásticas. Basta evocar el episodio de 1942: el hundimiento del Potrero del Llano por parte de Alemania. México protestó, como correspondía. La respuesta fue el hundimiento del Faja de Oro. Ese segundo ataque fue un mensaje claro, uno que no dejaba espacio para la ambigüedad.

El resultado fue inevitable: México entró a la Segunda Guerra Mundial. La historia nos enseña que los intereses estratégicos de las grandes potencias producen reacciones en cadena que arrastran a países que inicialmente no buscaban involucrarse.
Hoy no estamos en un escenario que derive en una Tercera Guerra Mundial. La diplomacia global, pese a sus tensiones, sigue operando bajo parámetros que disuaden un conflicto de tal magnitud. Sin embargo, sí estamos frente a un desenlace histórico que tendrá consecuencias profundas para Venezuela. La permanencia de Nicolás Maduro en el poder ya no es sostenible bajo la nueva dinámica internacional. Su salida es solo cuestión de tiempo; lo que resta por definirse es la manera en que sucederá.​​​​​¿Será una salida digna? Esa palabra —tan delicada y tan cargada de matices— depende más del propio Maduro que de sus enemigos. Si él decide aceptar el nuevo escenario global y negociar con realismo, podría asegurar un retiro relativamente ordenado, con ciertas garantías personales y políticas. Podría incluso construir una narrativa de resistencia que le permita mantener alguna forma de legitimidad entre sus seguidores.​​​

Pero si opta por resistirse, si insiste en ignorar la presión internacional y desafiar la capacidad militar de Estados Unidos, el desenlace podría ser brutal. La historia reciente ofrece ejemplos elocuentes: Muamar el Gadaffi en Libia, creyó hasta el último minuto que podía resistir el cerco que se cernía sobre él. La imagen de su final no solo selló su destino, sino que se convirtió en un símbolo de lo que ocurre cuando un régimen subestima la presión internacional combinada con descontento interno.​​​​​​

Venezuela enfrenta hoy una crisis multidimensional: económica, social, política y humanitaria. Millones han emigrado; la infraestructura del país está colapsada; la producción petrolera, que alguna vez fue orgullo continental, se encuentra en ruinas. Para Estados Unidos, la continuidad de Maduro no solo representa una amenaza geopolítica, sino un foco de inestabilidad regional. Para Rusia, su permanencia es una ficha útil. Y para China, un punto de negociación en su interminable pugna con Washington. La pregunta es si Maduro entiende que, en este juego entre gigantes, él es prescindible.​​​​Latinoamérica suele observar estos movimientos como espectadora, pero la verdad es que las repercusiones siempre llegan. Las oleadas migratorias, la presión económica, las tensiones diplomáticas y los reacomodos de poder afectan al continente entero. México no es ajeno a ello, especialmente por su papel histórico y su cercanía con Estados Unidos. La región, más que nunca, requiere madurez para interpretar los cambios que se desarrollan a velocidad vertiginosa.​​​​​​​​​​​

El probable acuerdo entre Trump y Putin, tácito o explícito, es una pieza más del complejo rompecabezas geopolítico. Pero su impacto en Venezuela será profundo y definitivo. La salida de Maduro está escrita en el guion internacional; lo único que falta determinar es si el capítulo final será negociado o trágico.​​​​​​​En momentos así, conviene recordar que los acuerdos entre potencias rara vez consideran la dignidad de los líderes locales. La dignidad solo la protege quien sabe retirarse a tiempo. Recordemos que solamente Juntos, Logramos Generar: Propuestas y Soluciones.
Jorge Laurel González
Autor de Turismo con Propósito

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