Por Mario A. Campa Landeros
El 8 de junio de 1977 nos encontrábamos tranquilamente en la sala de Redacción de El Universal, cuando de pronto sonó la campanilla del télex que anunciaba la entrada de un cable internacional, procedente de Salvador de Bahía, Brasil. El texto decía:
“Un maniaco armado con un picahielo ya picó impunemente en las nalgas a unas 20 mujeres y ya tiene aterrorizada a esta ciudad y es probable que las estudiantes se declaren en huelga para forzar a la policía a acelerar las pesquisas.
La prensa local habla diariamente del “loco del picahielo” y ya, aproximadamente, 20 por ciento de las jóvenes estudiantes desertaron a los cursos por temor al sádico, que parece preferirlas.
Solamente tres mujeres de esta localidad se querellaron ante los tribunales, ya que las otras prefirieron curar sus heridas en el silencio de su hogar para evitar burlas de mal gusto de sus vecinos conocidos.
La tradicional cordialidad de las bahianas desapareció y un agrónomo de Sao Paulo que habló en la calle a una joven estuvo a punto de ser linchado cuando la gente acudió a defender a la aterrorizada muchacha que pedía socorro.
La policía cree que el “loco del picahielo” es efectivamente un enfermo mental y las pesquisas se orientan en ese sentido”.
Obviamente, el cable no se publicó.Era una época de “buenas costumbres” y se evitaba todo uso de palabras y hechos “impúdicos”. Era el tiempo de la prensa “muy seria”.
En aquella época era yo secretario de Redacción del Gran Diario de México. Comenté el cable internacional con el jefe, Luis Sevillano Uguet, y me contó que años atrás Angel Marín, padre de la reportera Nidia Marín , creó al famoso “Rafles”.
Esta es la historia.
“…Un día llegó Angel Marín a la redacción del Universal Gráfico con las manos vacías. No había reporteado nada y tenía que escribir, mínimo una nota. En aquel tiempo, Angel cubría la fuente policiaca. Permaneció sentado una media hora y de pronto sacó su máquina y se puso a escribir. En ese momento inventó al Rafles, el “Hombre del Picahielo”, quien se dedicaba a picarles las nalgas a las mujeres. El artículo salió publicada y se armó un gran escándalo en la ciudad. La nota inventada había resultado ser todo un éxito.
¡Era una exclusiva!
Así pasaron los días. Cada vez que Angel Marín no tenía nada que escribir, sacaba de sus archivos al Rafles que atacaba a mujeres en otro rumbo de la ciudad. Los demás reporteros de los otros periódicos se jalaban de los pelos al no saber de dónde sacaba esa información Angel Marín. El secreto era únicamente de él.
Pasaron varias semanas y el Rafles seguía picándoles las nalgas a las jovencitas de la capital. Llegó el momento en que los jefes de Información de los demás periódico comenzaron a llamarles la atención a sus reporteros, de cómo era posible que sólo Angel Marín, de El Universal Gráfico, tuviera información sobre el escurridizo Rafles.
Cercaron a Angel Marín los demás reporteros de la fuente policiaca de otros periódicos. Montaban guardia y lo vigilaban, pero fracasaron en su intento por sacarle la verdad.
Entonces, un día, sucedió algo extraño que dañó la vida periodística de Angel Marín. Uno reportero de uno los periódico de la competencia publicó una nota:
“Ayer murió de un balazo el temible Rafles o el “Hombre del Picahielo”. Un policía capturó al delincuente en céntrica calle y al tratar de escapar le disparó y lo mató: Así terminó la vida de este maniático.
Cuando Angel Marín leyó la historia en el periódico de la competencia se derrumbó en su silla y comenzó a sudar. Le habían matado a su Rafles. ¿Ahora qué voy a hacer?, se preguntó.
De inmediato, metió una hoja blanca en el rodillo de su vieja Remington y comenzó a a redactar una nueva nota:
“El delincuente que ayer fue acribillado por un policía, en céntrica calle de la ciudad, se descubrió que no es el famoso Rafles o el “Hombre del Picahielo”, quien, hasta el momento ha logrado escapar de manos de la policía. El temor en la ciudad sigue creciendo.
Al otro día apareció otra nota del mismo periodista de la competencia;
“Está confirmado, el Rafles murió. Se le tomaron las huellas digitales y coinciden con con el registro que de él tenía la policía en la comandancia. Además, decenas de jovencitas lo han identificado.Ya puede estar tranquila la ciudadanía.
Esta fue la historia de la vida y muerte del famoso Rafles o el “Hombre del picahielo”, quien les picaba las nalgas a las jovencitas…