Erosión de un convexo universo


Entre lo irreal y lo verosímil

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Erosión de un convexo universo
Cultura
Noviembre 16, 2015 20:25 hrs.
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Araceli Ordoñez Cordero › diarioalmomento.com

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Hubo una vez un Meteorito que levitaba distante de todo ente. Ampuloso se vestía de día y de noche, demoraba tanto en ponerse los calcetines. Te preguntarás ¿por qué? Bueno, él soñaba con chistes interestelares, bombas yucatecas, chistes de Polopolo, pero nada, nada de esto ocurría, así que lloró lagrimitas de cristal… como en el cuento de la señora de las nieves ¿recuerdas? Ahí, cuando el espejo mágico se estrelló conservando todos sus poderes en cada uno de los fragmentos y cuando se incrustaba en el cuerpo de alguna persona, ésta, se transformaba inevitablemente, así como se produce la digestión, engulles, tragas, es detenido y sale… así sucedió con este Meteorito. Sus sueños lo arrebataron en un instante que para los demás eran años, no así para él, que al terminar de ponerse los calcetines la fiesta a la que se disponía asistir, hacía mucho había terminado. Llegó la siguiente era, para lo que fue invitado con años luz de anticipación, en aquella ocasión se compró unos calcetines galácticos que se ajustaban como una segunda piel, se adherían como los colores al cielo, se conjugaban como los verbos con que todo fue hecho, la palabra, cada letra que trasgrede al sentimiento desmintiendo lo que se revela al prelado. Esta vez debelado por las auroras nórdicas que con la sinuosidad revelan el movimiento de las esferas del universo, esos misterios que viven en el infinito de lo que fuimos alguna vez.
Llegó el segundo desprendido de las horas inexistentes, y con ellos la sandía de Tamayo se dibujó en su rostro. Con decisión se dirigió a toda prisa. No le comunicaron que todo a distancia, que cada uno de nosotros necesitamos un mínimo de un metro cuadrado para nuestro bien vivir. Él estaba jubiloso y con los brazos abiertos llegó a la tierra, causando una enorme fogosidad con sus entrañas, emocionado quiso demostrar su agradecimiento, pero para sorpresa de él y las miles de estrellas, que prudentemente observaban, todo se vistió de humo, un estallido fue lanzado por la tierra, negro sobre negro, llamarada que duró un parpadeo del Meteorito, qué al ver lo ocurrido no pudo contener los mares que en su vientre reposaban, aletargados, inofensivas rugosidades que su piel irritaba, un color invariable, alteraciones y oleadas cromáticas abrazaron su ser, una excitación que trasluce al exterior dejándolo perplejo, Los cromatóforos se pudieron observar como en algunos moluscos, dispersión de pigmento, generalmente melanina, lo que hizo que cambiara de gris intenso a negro puro.
Nada, lo que alguna vez fue algo, ahora se quedó en nada; a lo que se pretende llegar en la psiquis humana, para vivir solo ese instante, el aquí y ahora. Desmayado quedose el Meteorito, la tranquilidad, el reposo de las aguas de los profundos abismos dejaron libre la energía,
Ahí, aletargado veía los ayeres cósmicos donde un niño proletario era seducido por la muerte, donde un escritor como Lamborghini impregnado del misticismo que ocasiona lo inmoral, fue provocado por uno de sus egos a escribir un episodio que no causa estragos en la mente, sino en el centro emocional, un relato que se queda más allá de lo entendible, que pese a lo crudo de la carne penetrada, te sublimiza con el canto poético, con la prosa que enciende el fuego que sintió el Meteorito, un agasajo sensual, atrayente, escatológica manera de atropellar la cristiandad. Esos fantasmas lo rondaban cuando escuchó la voz de Carlota, claridad que llegó a su mente que desenrolló el pergamino escrito por Frenando del Paso, investigación y hartazgo de historia en sus venas de lucha entre lo irreal y lo verosímil, “Yo vivo desnuda Maximiliano, y bañada de polen en una habitación llena de libélulas que cubren a veces toda mi piel” Y yo, se dijo el Meteorito, entre nenúfares ahogados, lagrimeo de cipreses en pleno invierno, cuando sus frutos frescos se aferran a no dejar la mano que los alimenta, cuando las raíces han sido colgadas a la intemperie, en espera de ser renovadas como ahora, quisiera que esto no hubiese pasado.

Quien ostentará las margaritas de mi imaginación, quien podrá contar verdades oscuras antes de dormir, todo el mundo se ha ido y yo, con esta soledad que no es como la describe Paz, pues no soy migrante, ni soy negro, ni soy elegido compatriota, solo dolor he causado en mis adentros al exterminar a estas masas. Envenenado corazón anillado, códice membranoso, no descubras más las intrigas de los humanos, no sus relaciones evolutivas, no el karma de sus pasiones, adoraciones del ego, altares revestidos de sangre; rivales de movimiento, entre persona y territorio, entre torres y lienzos blancos, virtuosas bienaventuranza cuan fermosa enmienda deben ellos pagar. No es humana nuestras razón, pues ha sido violentada la historia, no acusan acaso a María Antonieta de prostituta, adultera: nadie ignora que se le hizo un gran escándalo por el collar de la Reina, joya que ella había regalado para ayudar a otros, y se dice que fue infiel, pero en el mundo de lo suprasensible ha pasado airosa, sin nada que temer.
Ahora ellos vegetan, no así algún rastrero o volátil pensamiento,
oscurantismo de mil voces. Así la existencia de una rosa cualquiera, su nacimiento, desarrollo y muerte queda reflejándose dentro del hombre verdadero, todo lo que acontece en un ser puede revelarse en la psiquis del hombre. Habrá que espera a que comiencen a leer, habrá que espera a que surja del pantano, habrá que espera a que no me llamen de nuevo a la fiesta.









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