¡Jálalo que es pargo!

Por definición, ser maestro, es quien se dedica profesionalmente a la enseñanza, con carácter general o especializado en una determinada área de conocimiento, asignatura, disciplina académica, ciencia o arte. La connotación, sin embargo, es muchísimo más amplia.

Nuestros mayores nos cuentan que en el pasado ser maestro era quizá la profesión más valorada, pues quienes ejercían la noble tarea de enseñar eran merecedores no solamente de respeto, sino del reconocimiento de la comunidad.

Y es que además de lo estrictamente docente, los maestros eran también una especie de guías, tutores o consejeros a quienes los mayores recurrían para alguna orientación que les permitiera resolver alguna problemática familiar o comunitaria, ya no digamos para reencauzar a aquellos jóvenes que comenzaban a desviar el camino.

Ser maestro era pertenecer a una clase de la más alta estima, privilegiada en cuanto a gozar del cariño y la admiración no solamente de sus alumnos, sino también de las familias pues más allá de conocimientos, inculcaban valores y principios en sus alumnos.

En tiempos en que lamentablemente esos valores y esos principios se han ido perdiendo; en que las familias tienen graves problemas de desintegración y la sociedad misma hace crisis a causa de la inseguridad y la violencia, bien valdría la pena revalorar el papel de los maestros, como pieza fundamental en esa tan mencionada reconstrucción del tejido social.

Mi reconocimiento, respeto y admiración a todos aquellos profesores que han contribuido a mi formación como profesionista, pero sobre todo a aquellos que con sus enseñanzas y consejos me han ayudado a ser un hombre de bien, útil a mis semejantes

Mientras tanto... ¡Jálalo que es pargo!