Jurassic Park: el socio de Elon Musk ya posee tecnología para crear dinosaurios


Jurassic Park: el socio de Elon Musk ya posee tecnología para crear dinosaurios
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Abril 11, 2021 12:15 hrs.
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"Los dinosaurios y el hombre, dos especies separadas por 65 millones de años de evolución, de repente se encuentran conviviendo. ¿Cómo podemos tener la más remota idea de lo que cabe esperar?". Con esta frase de Alan Grant -Sam Neill-en Jurassic Park (1993), la genial película dirigida por Steven Spielberg trataba de reflejar las serias advertencias de la novela escrita años antes por Michael Chrichton. La modificación genética, mucho antes de la oveja Dolly, ya se percibía como un potencial problema para la actual generación, en la que, si bien es posible curar enfermedades congénitas como ciertas trisomías, también disponemos de la tecnología suficiente para cumplir el sueño de Hitler y Goebbels: crear un ejército ario de niños rubios platino y de ojos azules.

Porque, en última instancia, escoger el color de pelo o del iris puede conducir a que, por racismo eugenésico o bien por simple moda, se extinga la amplia variedad genética de pieles, cabellos y ojos de nuestro planeta. Incluso a que los humanos se clasifiquen jerárquicamente en grupos en función de su calidad genética, como proponía otra distopía de la época como Gattaca (1997). Pero en esta época en la que el transhumanismo está más que aceptado, ni siquiera una película tan elocuente como Jurassic Park parece poder exhortar a los grandes empresarios a abstenerse de crear criaturas letales para el hombre. Y, si no, que le pregunten a Max Hodak, presidente y cofundador de Neuralink junto a Elon Musk.

Hodak, que en Neuralink estudia la manera de implementar inteligencia artificial al cerebro humano -entre otras cosas-, tuiteaba hace unos días que ya existe la tecnología suficiente para construir su propio Parque Jurásico con criaturas diseñadas genéticamente: "Probablemente, podríamos construir Jurassic Park si quisiéramos. No serían dinosaurios genéticamente auténticos, pero tal vez [bastaría] con 15 años de reproducción e ingeniería para obtener nuevas especies súper exóticas". Palabras dignas de John Hammond, el excéntrico magnate interpretado por Richard Attenborough que en la película de Spielberg utilizaba ADN de rana para completar los "huecos" en la secuencia génetica de los dinosaurios, tras obtenerlo de las picaduras de mosquitos del Cretácico y el Jurásico.

Al final, en la película todo se va al traste cuando el parque, repleto de tiranosaurios, velocirraptores y otros cazadores se escapan del control humano. Todo ello a pesar de las numerosas advertencias que el grupo de expertos que han ido a avalar el proyecto manifiesta al magnate. Hay una conversación en concreto, en la que Hammond recibe un sermón por parte de Ian Malcolm -Jeff Goldblum-, un matemático y profesor de la Teoría del Caos que se opone frontalmente a la clonación de dinosaurios: "Si no ve el peligro inherente a lo que ha creado aquí... El poder genético es la mayor fuerza del planeta, pero usted lo esgrime como el niño que ha encontrado el revólver de su padre".
La clonación, clave para la supervivencia

Sea como fuere, no cabe duda de que la clonación se ha convertido en una herramienta más para la supervivencia del ser humano. Por ejemplo, en los últimos tiempos numerosas cadenas de alimentación se han sumado a una moda creciente: la carne vegana. De hamburguesas hechas con soja a escalopes de trigo con sabor a pollo, la industria apuesta por productos que, si bien ahora mismo son minoritarios y ni siquiera convencen del todo a quienes quieren evitar la carne, evidencian un cambio de modelo que se antoja necesario dentro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible fijados por la ONU de cara a 2030: reducir el consumo de ternera, pollo o pescado para evitar el gasto excesivo de recursos que se utilizan para su crianza.

En este marco, existe otra tendencia, hasta ahora vetada en la mayoría del globo: el cultivo de carne en laboratorio. Pero, a raíz de la flexibilización regulatoria, la irrupción de empresas dedicadas al cultivo de carne en el laboratorio ha disparado la demanda en lugares como Singapur, donde algunas compañías empiezan a hacerse un hueco importante en un negocio alternativo que, según las últimas estimaciones, podría llegar a suponer el 10% de la industria cárnica en todo el mundo (alrededor de 140.000 millones de dólares) de aquí a 2030. Y, por ahora, ninguna de estas startups le ha puesto colmillos de tiranosaurio la carne que crean.

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