La Hoguera
Emmanuel Ameth
Regresar al Pueblo su soberanía para que la ejerza sobre los Poderes de la Unión, tal como dice la Constitución en su artículo 39, es un acto de reivindicación democrática sobre su Sistema de gobierno.
Qué difícil es para la oposición -y por eso no lo ha conseguido, ni lo conseguirá-, buscar una narrativa, en un país democrático, en la que se justifique que uno de los Poderes deba escapar a la voluntad soberana del Pueblo, planteamiento que es el que particularmente, trae vueltos locos a quienes veían en el aparato de Justicia, en el Poder Judicial. un resquicio para oponerse al mandato ciudadano.
Porque el Pueblo, como marca el 41 Constitucional, ejerce su soberanía sobre los Poderes de la Unión, los 3 de ellos.
Pero los detractores de la reforma judicial, ni siquiera saben qué es el Pueblo, que junto con el Territorio y la organización de su forma de Gobierno conforman los 3 elementos indispensables que justifican la existencia de un Estado.
Ignoran también que este mismo pueblo ejerce su voluntad por decisión mayoritaria, democrática, que es la que escoge como forma de gobierno.
Una democracia, sobra decir, tiene el derecho de cargar con sus decisiones; además, mientras siga siendo democracia, siempre tendrá abierta la vía de mejorar o incluso recular cuando se ha equivocado… caso contrario a quienes quieren negar el derecho a las mayorías, los antidemócratas, quienes no son capaces de inferir que desde la tiranía imposible es enmendar cualquier error.
Porque la democracia, con todo y sus imperfecciones, tiene muchas variantes más o menos efectivas. La antidemocracia por otro lado, entre sus muchas variables, no encuentra una sola que respete la voluntad soberana, siendo así, esencialmente injusta.
La reforma al Poder Judicial no es una ocurrencia, sino una necesidad imperiosa para la reconstrucción del tejido social. Porque imposible sería continuar con el contrato social, cuando el Estado demuestra que en lugar de justicia, encontramos desigualdad, parcialidad, abandono.
Los antidemócratas atacan la reforma por no ser una varita mágica, por no acabar con todos los problemas que aquejan a un Poder de la Unión podrido en sus cimientos, olvidando que incluso en la aprobación de las leyes, primero se parte de lo general y luego se va a lo específico.
Porque El Poder Judicial no es, ni nunca fue concebido, como contrapeso… vaya, ni siquiera es mediador. Simplemente es aquel que procura el cumplimiento de la Ley sin miramientos, por eso se le delegó la exclusividad de juzgar y hacer ejecutar lo juzgado.
El Poder que representa al Pueblo y dentro de su estructura cuenta con los contrapesos necesarios para equilibrarse a sí mismo, es el Legislativo, condición por la cual, al ser el que representa directamente la voluntad soberana del Pueblo, tiene la facultad incluso, de reformar a los otros dos poderes, no quedándole otra opción a estos, que acatar y disponer lo que el Congreso de la Unión dicte, nunca al revés.
La independencia del Poder Judicial nunca trató sobre imponerse a otros poderes, más bien, se refiere a su facultad de decidir con autonomía conforme marca la Ley, así sea contra los intereses de las personas que lo integran a sí mismo.
Es de una perversidad irresponsable, mezquina, tergiversar las atribuciones del encargado de poner orden constitucional, para perseguir sus propios intereses.
Esos miserables, los sin madre, los vendepatrias, serán juzgados y catalogados por la historia exactamente como lo que son. Mientras tanto, en vida padecerán de nuestro desprecio, y después del olvido.