MAKONAUYATLI: El cuento del guerrero águila de los cuatro brazos


La mayor inteligencia y fortaleza que jamás se había visto en un combatiente

| | Desde Líderes Políticos
MAKONAUYATLI: El cuento del guerrero águila de los cuatro brazos
Cultura
Noviembre 25, 2025 08:56 hrs.
Cultura ›
Antares Cervantes › Líderes Políticos

589 vistas

MAKONAUYATLI: El cuento del guerrero águila de los cuatro brazos

En 1519 cuando los españoles dirigidos por Hernán Cortés incursionaron en el territorio mesoamericano llegaron a lo que hoy es México tocando tierra en la isla de Cozumel, arribando poco después en las costas de Veracruz. Muchos pueblos se les aliaron para librarse del poderío mexica y azteca, entre ellos los tlaxcaltecas. Moctezuma Xocoyotzin (Moctezuma II), gobernante de la ciudad de Tenochtitlán no conocía esta coalición, recibió pacíficamente a los recién llegados al pensar que Cortés era Quetzalcóatl, un rey azteca que según la tradición se fue por el mar hacia el oriente jurando regresar un día para retomar su territorio, por este motivo no atacaron ni mataron a los invasores.
Los dioses revelaron a los sacerdotes aztecas la profecía de su extinción mostrando la inevitable matanza, varios pueblos en alianza con los españoles se levantarían en armas contra ellos, la guerra no sería la causa de su derrota, la peste propagada de los extranjeros se encargaría del fin.

Chalmecatecuchtli dios del mundo subterráneo Mictlán (el infierno) y de los sacrificios, al saber de esta traición y enfurecido por la alianza de los pueblos con los invasores regresó al inframundo, exhumó desde la profundidad de su reposo a los dos mejores guerreros águila (guerreros aztecas que eran instruidos en el arte de la guerra desde pequeños), hizo que se levantaran, decidió unirlos creando un guerrero águila de cuatro brazos, con dos piernas, una cabeza, de gran estatura y corpulencia, con la mayor inteligencia y fortaleza que jamás se había visto en un combatiente, lo envolvió en una armadura de oro negro que cubría todo su cuerpo, cada placa pequeña de este metal simulaba una pluma dándole piel nueva a su creación, debajo de los brazos tenía una red metálica más delgada que daba forma a sus alas, llevaba consigo dos lanzas y dos espadas, el casco era intimidante, tenía la forma de la cabeza de un águila que en sus ojos reflejaba la sed de venganza y el enorme deseo de terminar con la estirpe de los invasores para ofrecerla en sacrificio a su creador. Este guerrero tendría una tarea muy especial encargada por Chalmecatecuchtli, llevaría un mensaje al impostor de Quetzalcóatl y vertería la sangre de cientos de sus enemigos esparciendo el terror en ellos para hacerlos sentir el dolor del infierno azteca.

Así nace MAKONAUYATLI (del antiguo náhuatl: Maytli: brazo, Naui: cuatro, Yaocuauhtli: guerrero águila), el guerrero águila de los cuatro brazos, que sigilosamente observaba desde las alturas a sus enemigos quienes ya estaban albergados en su ciudad. Los españoles instalados en Tenochtitlán levantaron en su alojamiento una capilla para adorar a sus santos, esto molesto aún más al dios del inframundo y a su creación.

Cortés tuvo que regresar a Veracruz para recibir a 18 navíos refuerzos del emperador, dejando una guarnición de poco más trescientos españoles en Tenochtitlán al mando de Pedro de Alvarado, reforzados por varios miles originarios. Sorpresivamente al llegar al puerto se dio cuenta de que eran tropas mandadas para castigar a los rebeldes, es decir, a su ejército, así que Hernán atacó el campamento en la madrugada, sometió a su líder y al mostrar a los soldados el oro azteca se le unieron, triplicando sus efectivos de la noche la mañana.

Mientras Cortés regresaba a Tenochtitlán, Alvarado, el hombre a cargo de los españoles sufría pesadillas, veía sangre derramada y el dolor de sus tropas en una concentración masiva de guerreros en la Plaza Mayor de Tenochtitlán. Para ese momento, la población estaba muy molesta con Moctezuma II, por no defenderlos del maltrato, abusos, robos y saqueos de los invasores, así que planearon una rebelión en su contra.

Xocoyotzin hablaba a su pueblo en una celebración religiosa y recibió de su propia gente una pedrada en la sien que causaría su muerte, los españoles que se encontraban ahí fueron rodeados por una multitud de aztecas molestos, los sitiados al verse amenazados en el patio sagrado, cercenaron de un tajo a un azteca que tañía el tambor, luego lo decapitaron, al ver la cabeza rodando comenzó la masacre, lanzas y espadas corrían de un lado a otro como si fuera un trigal movido por el viento, corría la sangre como el agua cuando llueve, todo el patio estaba sembrado de cabezas, extremidades y cuerpos mutilados.

La noche lluviosa del 30 de junio hasta la madrugada del 1 de julio de 1520 los españoles comenzaron su retirada dirigiéndose a una de las calzadas que conducía a la salida de Tenochtitlán, ya no les faltaba mucho para completar la huida cuando fueron descubiertos por Chalmecatecuchtli que en forma de una anciana dio la alarma y en unos momentos miles de guerreros mexicas atacaron en tromba, les acosaron a lo largo del camino mientras otros atacaban desde sus canoas en el lago.

MAKONAUYATLI acechaba desde lo alto, volaba velozmente de un lado a otro sin ser visto, con sus lanzas y espadas comenzó a mutilar españoles, gozaba a su paso verlos morir en pedazos, vengando a sus hermanos caídos, aterrados los extranjeros lo veían matar sin detenerse, pensaban que se trataba de un dios al cual habían hecho desatar su furia, en aquella retirada murieron la mayoría de los invasores, si no morían por las manos del guerrero águila, se ahogaban en el lago, su ambición de llevar muchas piezas de oro los hundía en el fondo.

MAKONAUYATLI destruyó gran cantidad de piezas de artillería, tenía cientos de cabezas de sus enemigos a sus pies, aquella batalla ha pasado a la historia y se le conoce como la Noche Triste. Murieron centenares de españoles, tlaxcaltecas y sus aliados. Los aztecas vengaron en una sola noche las matanzas, las afrentas a los dioses y el robo del oro. En la noche triste llovía intensamente y la sangre se mezclaba con el agua, MAKONAUYATLI seguía matando y cortando a sus enemigos a diestra y siniestra, su sed no lograba ser saciada, sin embargo, tuvo que retirarse y cumplir con lo último de su tarea encomendada por Chalmecatecuchtli.

A su regreso, Hernán se encontró con algunos españoles que venían huyendo, sugirieron a Cortés retornar para amparar a los rezagados, él contestó que no era posible y les ordenó a sus tropas agruparse de nuevo, al avanzar por la calzada toparon con Pedro de Alvarado, bastante herido, les recomendó no volver al campo de batalla pues habían visto de frente a la muerte y sentido el infierno azteca, les dijo que en la laguna yacían cientos de españoles y tlaxcaltecas junto con decenas de caballos, al oír el relato, Hernán Cortés no pudo contener las lágrimas y comenzó a llorar inconsolablemente. MAKONAUYATLI en ese momento se apareció ante Cortés y lo llevo al inframundo diciendo: !Cobarde¡, lloras como un bebé lo que como hombre no has defendido, tu gente solo ha traído enfermedad y dolor a mi pueblo, he mutilado a miles de tus hombres y de tus aliados esta noche, derramé su sangre y conserve sus cabezas para ofrendarlas a mis dioses, no podemos cambiar el destino de nuestra civilización, los creadores dicen que el ciclo de nuestra era está por terminar y debemos cumplir, no es tu pueblo quien dará fin a mi raza, son sus enfermedades, ¡Te he traído hasta el infierno para que puedas ver donde pasaras la eternidad, no habrá salida para ti, ni juicio ni ayuda, no tendrás trono, tu maldición y castigo será que no podrás gozar de los tesoros que nos has robado, no recibirás honores ni título de tu reyes, nadie reconocerá tus logros, no tendrás festejos, morirás de una forma dolorosa causada por sus pestes y tus restos no podrán descansar en paz, tu alma estará encerrada aquí, en el Mictlán!. Concluía su maldición cortándole la mano a Cortés para que su sangre derramada fuera el sello de este inevitable fin.

MAKONAUYATLI había cumplido con su misión, observó por última vez al invasor y desapareció entre los alaridos incesantes de la obscuridad del infierno. Días después en Tlaxcala las tropas españolas y sus aliados se reorganizaron y reforzaron para preparar el asalto definitivo a Tenochtitlán, que caería el 13 de agosto de 1521.

Cortés murió por varias enfermedades, sus restos fueron exhumados en nueve ocasiones, cambiados de lugar de descanso en sitios diferentes durante un peregrinaje de cuatrocientos años. Actualmente sus restos se encuentran en la Ciudad de México, en la iglesia del Hospital de Jesús de Nazareno, el nosocomio más antiguo de América (actualmente sigue laborando), ubicado en la esquina de Pino Suárez y República de El Salvador. En aquella época era el camino que conducía a Iztapalapa y en este lugar Hernán y Moctezuma II se encontraron por primera vez en 1519, un sitio muy cercano a donde se vivió la noche del infierno azteca.

Los últimos días de Hernán Cortés, los vivió desconocido por la realeza y la nobleza, enfermo, en extrema pobreza, devastado, sufriendo y tachado de vil y asesino, muriendo en total soledad. Durante 4 siglos el cadáver hecho polvo de Cortés estuvo deambulando sin rumbo, no tuvo un lugar digno y fijo para su descanso, nunca tuvo el alto título nobiliario que tanto deseaba y al final ni su propia familia visitaba su tumba, así que sus restos regresaron a México ya que en su país nadie los quiso y nadie los reclamó, tal vez, Chalmecatecuchtli lo trajo hasta aquí para tenerlo durante la eternidad en el Mictlán y hacerlo sufrir y pagar por su crimen. Esto podría ser una serie de coincidencias o la maldición de MAKONAUYATLI se cumplió.

Ver nota completa...

Escríbe al autor

Escribe un comentario directo al autor

MAKONAUYATLI: El cuento del guerrero águila de los cuatro brazos

Éste sitio web usa cookies con fines publicitarios, si permanece aquí acepta su uso. Puede leer más sobre el uso de cookies en nuestra política de uso de cookies.