Propuestas y Soluciones
Jorge Laurel González
Cuando el Estado no logra prácticamente ninguna centralización política, la sociedad, tarde o temprano, llega al caos.
Daron Acemoglu (1967 - ).
El Premio Nobel de Economía 2024 ha sido otorgado a Daron Acemoglu, James A. Robinson y Simon Johnson, reconocidos académicos por su influyente libro ¿Por qué fallan los países?, una obra que ha desafiado las nociones tradicionales del desarrollo económico y ha generado una profunda reflexión sobre la relación entre instituciones políticas, económicas y el progreso de las naciones. Este reconocimiento no solo reafirma la importancia de sus ideas en la teoría económica, sino que también nos invita a reflexionar sobre qué elementos debemos aplicar en México para asegurar un desarrollo sostenido y no caer en la trampa del fracaso institucional. A través de este editorial, analizaremos los conceptos clave del trabajo de Acemoglu y Robinson, y cómo podrían traducirse en acciones concretas para un México más próspero y justo.
En ¿Por qué fallan los países?, Acemoglu y Robinson sostienen que la diferencia fundamental entre países prósperos y países en decadencia radica en la naturaleza de sus instituciones. Las instituciones inclusivas fomentan el desarrollo económico porque permiten la participación política amplia, el acceso equitativo a los recursos y la garantía de derechos de propiedad que incentivan la inversión y la innovación. En contraste, las instituciones extractivas se caracterizan por una concentración del poder en una élite, la exclusión de amplios sectores de la población y una explotación de los recursos que favorece a unos pocos en detrimento del bienestar colectivo.
México, al igual que muchos países de América Latina, ha tenido una historia marcada por la presencia de instituciones extractivas. La concentración del poder económico y político, la corrupción endémica y la falta de oportunidades para gran parte de la población han limitado el crecimiento y generado desigualdad. Ante este panorama, la pregunta clave es: ¿qué debemos hacer para construir instituciones más inclusivas en México y evitar el fracaso?
El pilar fundamental para la construcción de instituciones inclusivas es un sólido Estado de Derecho, donde se garantice el cumplimiento de las leyes y se combata la impunidad. En México, uno de los mayores obstáculos para el desarrollo es la debilidad del sistema judicial y la falta de confianza de la ciudadanía en las autoridades. La corrupción, la colusión entre el crimen organizado y el Estado, y la ineficacia de la justicia agravan esta percepción. Para avanzar hacia un país más inclusivo, se necesita una reforma judicial integral que garantice la independencia de jueces y fiscales, sancione con efectividad la corrupción y promueva la transparencia en el ejercicio del poder.
Acemoglu y Robinson destacan que el desarrollo económico sostenido surge cuando las instituciones permiten el acceso equitativo a los recursos y fomentan la competencia justa. En México, esto implica implementar políticas económicas que reduzcan barreras de entrada para nuevos emprendedores, ofrezcan crédito accesible para pequeñas y medianas empresas, y promuevan la competencia en sectores estratégicos como la energía, las telecomunicaciones y el transporte. Al reducir los monopolios y las prácticas de corrupción, se abre el espacio para que más personas participen en la economía, lo que genera crecimiento y oportunidades más amplias.
Las instituciones inclusivas también dependen de una fuerza laboral bien educada y capacitada. En este sentido, México debe invertir más en educación de calidad, especialmente en áreas rurales y marginadas, donde las oportunidades de desarrollo son escasas. Es esencial mejorar la calidad de la enseñanza, garantizar la infraestructura educativa adecuada y ofrecer programas de formación continua para adultos. Una educación de calidad fomenta la innovación, la productividad y la capacidad de adaptación a los cambios económicos y tecnológicos, factores cruciales para el desarrollo inclusivo.
La participación política es otro aspecto esencial de las instituciones inclusivas, según Acemoglu y Robinson. En México, la apatía ciudadana y la desconfianza en los procesos democráticos son comunes. Para contrarrestar esto, se necesita una mayor transparencia en los procesos electorales, así como mecanismos que faciliten la participación activa de la ciudadanía en la toma de decisiones, como consultas populares, presupuestos participativos y consejos ciudadanos en diversas áreas de gobierno. La participación activa fomenta una mayor responsabilidad por parte de los líderes políticos y asegura que las políticas respondan a las necesidades reales de la población.
La desigualdad extrema es una de las características más evidentes de los países con instituciones extractivas. En México, la concentración de la riqueza en pocas manos ha sido una constante histórica. Para evitar el fracaso económico, es necesario implementar políticas de redistribución más efectivas, como sistemas fiscales progresivos, un mejor acceso a la salud y seguridad social, y programas de apoyo económico focalizados en los sectores más vulnerables. La creación de un verdadero Estado de bienestar puede reducir la desigualdad y permitir que más personas participen activamente en la economía, generando un círculo virtuoso de desarrollo inclusivo.
El trabajo de Acemoglu y Robinson no ofrece una solución mágica ni instantánea; más bien, subraya que el cambio institucional es un proceso complejo y gradual que requiere la voluntad de la sociedad y de sus líderes para transformar las estructuras de poder. Para que México evite el fracaso, no basta con modificar algunas leyes o crear nuevas políticas; se requiere un cambio profundo en la cultura política, económica y social del país. Las lecciones de ¿Por qué fallan los países? deben ser un recordatorio constante de que la prosperidad a largo plazo se construye desde abajo hacia arriba, a través de instituciones sólidas, inclusivas y capaces de adaptarse a los desafíos del presente y del futuro.
El Premio Nobel otorgado a Daron Acemoglu y James A. Robinson es más que un reconocimiento a su contribución teórica; es una llamada de atención para todos los países que enfrentan desafíos de desarrollo, México incluido. La clave para no fallar, como lo plantean estos autores, radica en la creación de instituciones inclusivas que fomenten la participación, la competencia justa y el acceso equitativo a las oportunidades. México tiene la capacidad de aplicar estas lecciones, pero requiere un compromiso decidido por parte de los líderes políticos, el sector privado y la sociedad civil. La pregunta que queda por responder es si estamos dispuestos a hacer los cambios necesarios para construir un país más justo, próspero e inclusivo para todos. Debemos de recordar que solamente Junto Logramos Generar: Propuestas y Soluciones.
JLG