Juan Nepomuceno nació en Bohemia, Checoslovaquia, hacia el año 1250, en un pueblo llamado Nopomuc y de ahí se le puso el sobrenombre Nepomuceno.
Fue párroco de Praga y obtuvo el doctorado en la Universidad de Padua. Después ocupó el alto puesto de Vicario General del Arzobispado, lo cual significa que era un hombre de total confianza para el prelado.
El rey de Praga, Wenceslao, quien además de ser corrupto, sufría de dos terribles pasiones que le atormentaban, la cólera y los celos. Según cuenta la tradición, sabiendo que Juan Nepomuceno era el confesor de la reina, se le ocurrió al rey que el santo le debía contar los pecados que la reina le había dicho en confesión.
Llamó a Juan a solas, y trataron de disuadirlo, lo interrogaron en las buenas maneras y con promesas de honores le ordenaron que hablar, y al no conseguir que le revelara estos secretos se propuso mandarlo asesinar.
Anteriormente el rey había tenido otro gran disgusto con el Santo, puesto que se proponía apoderarse de un convento para darle sus riquezas a un familiar, y el Vicario Juan Nepomuceno se le opuso rotundamente, porque esos bienes eran de la Santa Iglesia.
Su muerte
El rey Wenceslao ordenó que atara al padre Juan, con la cabeza pegada sobre los pies, y que lo lanzaran al río Moldava. Fue en el año 1393.
A la mañana siguiente, sin embargo, en las orillas del río flotaba un cadáver rodeado de una luz misteriosa. Todos los vecinos y las personas transeúntes que por allí pasaban, se acercaron y reconocieron al Padre Juan.
Los vecinos recogieron el cadáver y le dieron santa sepultura. Con una procesión, el cuerpo fue llevado a la cercana iglesia de la Santa Cruz, mientras que todas las personas, llorando, corrían a besar sus pies y encomendándose a su intercesión.
En el año 1725 (300 años después de su muerte) una comisión de sacerdotes, médicos y especialistas examinó la lengua del mártir que estaba incorrupta pero seca y gris.
Y de pronto, en presencia de todos empezó a esponjarse y apareció de color de carne fresca, como si se tratara de la lengua de una persona viva. Todos se pusieron de rodillas y este milagro, presenciado por tantas personas y tan importantes, fue el cuarto milagro para declararlo santo.
Desde su muerte siempre San Juan Nepomuceno fue considerado patrono de los confesores, porque prefirió morir antes que revelar los secretos de la confesión.
También ha sido considerado Patrono de la buena fama, porque prefirió el martirio a permitir que la buena fama de una penitente fuera destrozada.
En Praga, en el puente desde el cual fue echado al río, se conserva una imagen de este gran santo, y muchas personas, al pasar por allí le rezan devotamente.
Oración a San Juan Nepomuceno:
Oh Dios, que por el invencible silencio sacramental del bienaventurado Juan Nepomuceno adornaste tu iglesia con una nueva corona del martirio; concédenos, por su intercesión y ejemplo, que moderemos nuestra lengua y suframos todos los males de este mundo, antes que el detrimento de nuestras almas.
Por Jesucristo Nuestro Señor.
Amén