Cuando era pequeño pensaba que salía de la mano de Dios el que saliera humo blanco de la chimenea de la Capilla Sixtina anunciando la elección de nuevo papa, y negro el color del humo que no contaba con su aprobación.
Hoy sabemos que el anuncio dependía y depende de la voluntad humana: la tradición del humo blanco y negro en el cónclave papal antes se desarrollaba utilizando métodos más rudimentarios, como quemar papeletas junto con paja húmeda para producir humo blanco. Sin embargo, este método no siempre garantizaba una señal clara, lo que llevó al Vaticano a modernizar el proceso.
En la actualidad el humo negro se genera con una mezcla de perclorato de potasio, sulfato y antraceno, o en algunos casos, naftaleno. Para el humo blanco, se emplean compuestos como perclorato de potasio, lactosa y resina de pino, reforzados con humo pirotécnico blanco basado en lactosa.
El sistema está conectado a dos estufas: una de hierro fundido, usada desde 1939 para quemar las papeletas, y otra electrónica con una conexión especial. Cuando llega el momento, el cardenal designado pulsa un botón que activa las bengalas, asegurando que las columnas de humo sean intensas y visibles, incluso para la multitud congregada en la Plaza de San Pedro. Así, la tecnología y la tradición se han combinado para mantener viva esta señal tan simbólica.
A partir de este miércoles 7 de mayo, el mundo católico (unos 1,400 millones) y la humanidad entera que corresponde al mundo no católico, se mantendrán atentos al desarrollo del cónclave que inicia en esta fecha y culminará con la elección del papa 267, sucesor del papa Francisco, fallecido el pasado 21 de abril.
El cónclave que comienza el miércoles con 133 cardenales es el más numeroso de la historia y podría extenderse más tiempo debido a la falta de un candidato claro, a diferencia de los dos cónclaves anteriores, que fueron muy breves.
Por ejemplo, en el cónclave de 2005, los cardenales eligieron a Joseph Ratzinger, quien asumió el papado bajo el nombre de Benedicto XVI. Este cónclave se llevó a cabo tras el fallecimiento de Juan Pablo II el 2 de abril de 2005 y duró dos días, con cuatro votaciones. Ratzinger era considerado el favorito y obtuvo el apoyo necesario rápidamente. Su pontificado estuvo marcado por un enfoque teológico conservador y su inesperada renuncia en 2013.
En el cónclave de 2013, los cardenales eligieron a Jorge Mario Bergoglio, quien se convirtió en el papa Francisco. Este cónclave fue convocado tras la histórica renuncia de Benedicto XVI, siendo la primera vez en siglos que un papa dejaba el cargo voluntariamente. La elección de Francisco ocurrió en cinco votaciones, en un proceso que duró dos días. Su elección fue sorpresiva para muchos, ya que no figuraba entre los principales favoritos. Desde entonces, su papado estuvo marcado por reformas, un enfoque pastoral más inclusivo y una fuerte defensa de los pobres y marginados.
La elección de Juan Pablo II, en octubre de 1978, requirió 8 votaciones. La de Juan XXIII, en 1958, necesitó 11 votaciones.
Los papables
El cónclave que iniciará la víspera es particularmente interesante porque no hay un candidato claro, lo que podría prolongar el proceso de elección. Sin embargo, algunos nombres han surgido como posibles sucesores del Papa Francisco:
Matteo Maria Zuppi (Italia, 69 años): Arzobispo de Bolonia y presidente de la Conferencia Episcopal Italiana. Es considerado un prelado progresista que probablemente continuaría el legado del Papa Francisco.
Luis Antonio Tagle (Filipinas, 67 años): Prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos. Posee una amplia experiencia pastoral y es visto como un posible sucesor que podría reforzar la presencia de la Iglesia en Asia.
Pietro Parolin (Italia, 70 años): Secretario de Estado del Vaticano, con una sólida trayectoria diplomática y administrativa dentro de la Iglesia.
Peter Turkson (Ghana, 77 años): Fue nombrado cardenal en 2003 y ha fungido en diversas áreas dentro del Vaticano, destacándose por su justicia social, su lucha por el medio ambiente y el desarrollo humano integral.
Robert Sarah (Guinea, 79 años): Prefecto emérito de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos. Es conocido por su postura conservadora.
Jean-Claude Hollerich (Luxemburgo, 66 años): Arzobispo de Luxemburgo, con una visión reformista y enfoque en la modernización de la Iglesia.
Odilo Scherer (Brasil, 75 años): Arzobispo de São Paulo, con una fuerte presencia en América Latina.
Mecánica del cónclave
La mecánica del cónclave sigue un protocolo muy preciso:
Primer día: Los cardenales ingresan a la Capilla Sixtina a las 16:30 horas (hora de Roma) para realizar una primera votación. Esta votación inicial sirve para medir los apoyos de los candidatos y suele resultar en una fumata negra, indicando que aún no hay papa electo. La señal de humo se espera entre 18:00 y 19:00 horas de Roma.
A partir del segundo día: Se realizan cuatro votaciones diarias:
Dos por la mañana (sin fumata entre ellas).
Dos por la tarde, con una fumata al final de cada sesión.
Si en la primera votación de la mañana o de la tarde se elige un papa, la fumata blanca aparece antes del horario previsto.
Si no hay elección tras tres días: Se toma un día de pausa para reflexión y oración. Luego, las votaciones continúan en ciclos de siete escrutinios, con pausas de un día entre ellos.
Si se llega a 34 votaciones sin resultado, se reduce la elección a los dos candidatos con más votos, pero siempre con la mayoría de dos tercios (89 votos en este caso).
El proceso es meticuloso y diseñado para garantizar una elección justa y representativa.
Fumata
El término "fumata" proviene del italiano y significa "humareda". En el contexto del cónclave papal, se refiere al humo que sale de la chimenea de la Capilla Sixtina para indicar el resultado de las votaciones de los cardenales electores.
Existen dos tipos de fumata:
Fumata negra: Significa que no se ha alcanzado un consenso en la votación y que el proceso continúa. Fumata blanca: Indica que se ha elegido un nuevo papa.
Este sistema se ha utilizado durante más de 200 años y sigue siendo la única señal oficial para comunicar el progreso del cónclave al mundo. Miles de fieles en la Plaza de San Pedro esperan con ansias la fumata blanca, que marca el inicio de un nuevo pontificado.