"La virtud son los hábitos adquiridos"
Quiero a mis amigos.
En honor de la verdad es preciso confesar que en el reino animal no existe la menor traza de tolerancia. La idea, aunque lo duden es nueva. Obsérvese cómo se conciben asimismos los pueblos primitivos. Aceptan tranquilamente que su modo de vivir, de pensar y de actuar es el único existente y considerar este hecho como plenamente comprobado. Antes de que empiecen a sospechar que puede existir algo bueno en otros lugares, será preciso que salgan de su estado de barbarie.
Los egipcios, pueblo de mansos campesinos, que vivían existencias tranquilas y monótonaas, nunca sintieron la ambición de declararse superiores a sus vecinos o de conquistar su territorio. Sin embargo, creyeron que eran el pueblo por excelencia. Lo mismo hicieron los polinesios; lo mismo, los australianos.
En un nivel más alto, los griegos estaban convencidos que como descendientes directos de los únicos sobrevivientes del Diluvio, eran superiores a los otros miembros de la comunidad humana.
Así pues, en todas partes, desde el principio de los tiempos, encontramos “al pueblo”, “al pueblo elegido” o “al pueblo de Dios”. Esos pueblos de la antigüedad clásica estaban tan profundamente convencidos de su propia excelencia que nunca se preocuparon por pesuadir a los demás que compartieran sus creencias. Su sentido de superioridad les hacía indiferentes a este punto.
La tolerancia es un hermoso ideal, pero ¿podemos acaso ser tolerantes, salvo en asuntos que no nos interesan? ¿Podremos ser completamente y absolutamente tolerantes en cosas que nos atañen tan directamente que preferimos morir a vivir sin ellas?
Cada uno se conoce asimismo mejor que a cualquier otro ser en el mundo. Por eso, cada uno tiene la palabra...
¡Cosas veredes, chonito!
cosasveredes@hotmail.com
